No son solo los seis títulos, que también. Repasen: la Copa ganada con goles de Messi, Xavi y Bojan. La Liga sentenciada con un 2-6 en el Bernabéu, cortesía de Messi, Puyol y Piqué. Copa de Europa con gol final de Messi y ocho canteranos para acabar el partido. Supercopa de España con Jeffren y Pedro de estrellas. El propio Pedro decidiendo en la prórroga de la Supercopa de Europa contra el Shakhtar Donetsk y en Abu Dhabi, el sexto, tantos otra vez de Pedro y Messi.
En resumen, no sólo es cuestión de ganar, es la capacidad para ganar de todas las maneras posibles y siempre confiando en un modelo de gente joven y de la casa. Cuando las cosas pintaban mal en el Campeonato del Mundo, tras una primera parte espantosa, ¿en quién confió Guardiola? En Pedro. Cuando se mascaba la tragedia a falta de diez minutos, ¿con quién se la jugó? Con Jeffren. Ambos fueron decisivos.
Se puede apelar a la suerte, claro, pero cuando se tiene el 70% de la posesión en la segunda parte, cuatro o cinco ocasiones claras y la confianza absoluta de que así se acaba ganando, la suerte aparece más fácilmente. El gol de Pedro llegó al final, de acuerdo, pero tendría que haber llegado mucho antes. El partido de Estudiantes fue épico, pero mediocre. Alguien dirá que si ese cabezazo del canterano no entra o que si el de Desábato en la prórroga se cuela, pues igual el Barcelona no es el mejor equipo del mundo y lo es el otro, el mediocre y épico.
De acuerdo, de eso se trata. Pero ya que la crítica no va por el juego -inobjetable en la segunda parte y la prórroga- aceptemos el resultado tal y como es: 2-1.
Dicho resultado consagra a un equipo, por supuesto, pero sobre todo consagra a un entrenador. Es complicado conseguir lo que Guardiola ha logrado con menos de 40 años. Insisto, no hablo de títulos. Hablo de estilo y de decisiones. Colocar a Messi de mediocampista y poner dos extremos fijos fue una decisión fantástica. Cambiar a Henry por Jeffren, un extremo puro y rápido cuando los argentinos estaban fundidos fue decisivo. Se le pueden achacar algunas cosas, por supuesto, de entrada su empeño en confiar en el delantero francés, pero también es verdad que el año pasado marcó 25 goles y de eso no hace tanto.
Hablar sobre el partido es complicado. Fue una agonía y un aburrimiento. Así lo quiso Estudiantes y así lo aceptó el Barcelona durante 45 minutos. Por momentos, oyendo la voz de J.J. Santos, un hombre perdido, me pareció que asistíamos a la repetición del España-EEUU de la Copa Confederaciones. Tampoco me importó tanto, quiero decir, el Barcelona ha jugado en lo que va de temporada 28 partidos y ha perdido uno, muy improbable, contra el Rubin Kazan. Creo que una segunda derrota entraba dentro de lo aceptable, por mucha carnaza que se hubiera querido sacar del asunto.
Pero ni eso. El Barcelona hace que el mundo sea un poco mejor y más justo. Estás convencido de que los malos van a ganar y viene Pedro al rescate. Se apaga la prórroga sin explotar el agotamiento de Estudiantes y va Messi y aparece de la nada.
Creo que es un buen momento para acabar con el debate. Messi no solo ha ganado seis títulos este año. Como he citado en el primer párrafo, ha marcado en todos los partidos decisivos de esos títulos excepto uno, la Supercopa de Europa, donde se limitó a dar el pase decisivo. Su importancia en el juego es brutal. Parece mentira que pueda desbordar por banda, tirar faltas, bajar balones con la cabeza, distribuir el juego desde la media punta y tenga tiempo para meter goles. 37 la pasada temporada, 15 en la actual. Con la izquierda, con la derecha, de falta, de cabeza y ahora de pecho. Y eso que estaba en crisis.
Pensar que Cristiano Ronaldo es mejor jugador de fútbol es un chiste. Es confundir la realidad con la Playstation.
El Barcelona perderá, por supuesto. Pronto, supongo. Es una cuestión de estadística. Nadie ha ganado siempre igual que nadie ha vivido una eternidad. La gente muere igual que los equipos invictos, pero ahí queda eso. Para el recuerdo. Estamos viendo la Historia del fútbol pasar ante nuestros ojos y espero que al menos seamos capaces de reconocerlo.