jueves, agosto 13, 2009

Toledo, Ohio



Jay dice que Los Ángeles es una ciudad perfectamente prescindible y yo digo entusiasmado "Ya, pero es LA" y me siento de nuevo como un paleto. Jay es profesor de universidad y el nuevo marido de Molly, también profesora de universidad, y escritora, y amiga de Inés desde la adolescencia. Los dos tienen una casa preciosa y una vida admirable. Vuelven de un viaje por California y Oregon y nos recomiendan Portland, justo la ciudad que nosotros pensábamos eliminar del trayecto.

Nos cuentan sus 56 horas de viaje en tren de Chicago a San Francisco. Nos cuentan cuando alquilaron un coche y empezaron a oír algo raro y Jay puso su mente de ingeniero a pensar y redujo las opciones problemáticas a unas pocas, entre las cuales se incluía que una rueda estuviera mal y que saliera volando y decapitara a alguien. Eso es un problema, digo yo, y él sonríe y vuelvo a explicar mis problemas con el inglés, en el sentido de que puedo mantener cualquier conversación privada pero el espacio público se me resiste en cuanto alguien hace una pregunta inesperada. Algo del tipo "la leche, desnatada o entera?"

Digo: "Claro, como no parecemos los típicos dos españoles..." y él, muy serio, dice "pues a mí es lo que me parecéis, dos españoles", y sonríe. Comen la tortilla y la ensalada y se desviven por que estemos cómodos y descansemos y nos sintamos en casa, que es exactamente lo que consiguen.

Al día siguiente, en otro cálculo de "worst case scenarios" y al oír un ruido del motor del coche, nos avisa de que probablemente no se nada, pero que si es el evacuador, que es lo que parece, igual se acaba de romper y entonces los gases irían al interior del coche y si tenemos la ventana subida, podriamos morir sin enterarnos. Por lo demás, no tiene que haber problemas. Sonreímos, le damos las gracias por el aviso, bajamos las ventanas, por supuesto, y salimos rumbo a Ohio, con la sensación de que hubiera estado genial seguir con ellos al menos un dia más.

La salida de Pittsburgh, la salida de Pennsylvania es una sucesión de parques y viento fresco. Canciones de La Cabra Mecánica. Ramón -Inés le puso el nombre al coche, ni yo ni mi nostalgia tenemos nada que ver en esto- ruge por la carretera y yo me peleo por conseguir una foto cada vez que veo la señal al lado de la carretera. Esta señal:



Cruzamos la frontera con Ohio y pasamos al lado de Cleveland. Paramos y estiramos las piernas. Cinco horas ayer y cinco horas hoy. Ohio es tan verde como Pennsylvania y tiene el mismo aspecto limpio, cuidado, que tiene todo el país. Una tranquilidad de francotiradores, como si en cualquier momento fueras a escuchar un disparo o algo así. Escuchamos Estopa y cantamos a pleno pulmón. Estamos cansados, muy cansados, pero contentos. El motel es una barbaridad: una señora gordísima pero encantadora nos dice que ella tenía un coche igual y que no se rompen nunca. Eso es mejor noticia, claro.

Nos llama a los cinco minutos "just to check out if everything' s OK". ' Tis.

El curioso mundo de los moteles en EEUU, lejos de las versiones cinematográficas: por 50 dólares tienes una habitación enorme con dos camas dobles, WiFi gratis, plancha, lavandería, desayuno continental, nevera y televisión por cable. A cambio tienes que conformarte con una urbanización y no con una ciudad, pero a menudo uno piensa que las ciudades norteamericanas no son sino urbanizaciones superpuestas, con sus mismos diners, grills, spas y health centers.



Inés trabaja y yo leo a Bolaño. Me parece un país perfecto para leer a Bolaño. Al rato, pongo la tele. Una chica gorda, no demasiado fea, pero tampoco guapa, presenta ToledoVision. Son todo canales locales, excepto alguno de los grandes, donde David Hasselhoff, presumiblamente borracho, grita enfervorizado y anima a una de las concursantes de "America's got talent", en concreto una señora de 63 años que baila en paños menores el "Push it", de Salt N Pepa.

Salimos a pasear. Es un momento de una felicidad enorme. Atardece. Todo es horizonte. Pisamos el verde y cenamos en un Applebee en el que nos hacen descuento por ser clientes del motel. Inés pregunta por Elvis Presley, luego por Kurt Cobain, luego por Monica Lewinsky... tengo los ojos rojos y un sueño descomunal. Todo físico, nada mental. Cuando llegamos al motel, yo me conecto al mundo y ella pone la tele a todo volumen. Un programa precioso que se llama "I shouldn' t be alive".

No sé por qué asociación de ideas, me vuelvo a acordar de Jay y del principio de otro día de 16 horas.