sábado, agosto 15, 2009

Chicago, Illinois


En el bar se combina "Saber y ganar" por triplicado, Jordi Hurtado y un grupo de "magníficos", en el canal internacional de TVE, con una canción de King Africa seguida por otra de Georgie Dann y luego ya una sucesión de merengues. Los camareros mezclan idiomas y las patatas bravas pican demasiado, pero los chorizos están ricos y el lomo de buey sencillamente delicioso, todo a precio de barrio alejado del centro de Chicago.

Después de "Saber y ganar", repito, lo único realmente español del spanish bar, ponen "Amar en tiempos revueltos". Inés no conoce a ningún actor, yo tampoco. Pensamos si es posible que, para hacer sentir a sus espectadores como en casa, TVE haya establecido distintos horarios para sus programas, de manera que en Chicago, después de comer tengamos Hurtado y culebrón, mientras en Pekín, por ejemplo, están ya con el Canal 24 Horas y las noticias de la madrugada.

Pero, de qué madrugada?

La calle se llama Lasalle. En inglés, esta frase no rima y no queda ridícula. Hemos subido en paseo turístico y prometemos bajar haciendo lo mismo. Tiger Woods se deja una opción de birdie en una pantalla gigante. De Evanston a aquí hay unos 45 minutos con un solo transbordo. Metro o tren, llámenlo como quieran. Bajamos en Jackson y giramos hacia el Millenium Park. Un sitio hermoso el Millenium Park, un sitio de reflejos distorsionados. Por el aire, un grupo de cazas hacía acrobacias y dejaba humo por todos lados. Los turistas agitábamos como locos las cámaras de fotos, como defensas anti-aéreas.



Nos preguntamos si era un día festivo y decidimos que sí, pero que quizá no y toda esa gente estaba de vacaciones. Al pasar por el estadio de los Cubs, vimos que el campo ya estaba lleno de público a las dos de la tarde. Es ese un horario de día laborable?

Tres horas más tarde, bajamos Lasalle y callejeamos hacia la Sears Tower. Un espectáculo, la Sears Tower, actualmente el edificio más alto de los EEUU. Pensamos en subir hasta la azotea, donde parece que unos limpiadores de cristales están haciendo malabarismos a unos trescientos metros de la tierra, pero la cola nos echa hacia atrás. Paseamos nuestro cansancio hacia un Starbucks. La gran revelación de este viaje está siendo el caffe latte descafeinado con hielo. Las escaleras de "Los intocables de Elliot Ness" nos decepcionan. Un montón de afroamericanos venden periódicos supuestamente equivalentes a "La Farola".

"No se ven negros por la calle", le digo a Inés, porque en verdad no se ven negros en la calle, apenas hispanos o asiáticos. Se les ve en los barrios pobres y detrás de algún contador, pero no paseando, ni con traje de ejecutivo ni con la familia disparando cámaras. Sabes que están ahí, pero no sabes dónde ni si te están esperando ni para qué demonios tendrían que estar esperándote. En cambio, abundan los "americanos medios" -Inés los llama "midwesterners" y sospecho que no es la única-, con sus caras arrugadas, sus camisas blancas con barras y estrellas, sus calcetines blancos, sus zapatillas blancas y su colección de hijos o nietos.

Es agosto en Chicago y sin entrar en muchos detalles, da la sensación de que la gente está en estado de alerta, como si esto no fuera lo normal: los 90 grados, los turistas, las comidas en los parques, las terrazas donde un señor se va sentando con la gente de manera aparentemente azarosa... Un grupo de chicos viene de la playa. De lo que parece una playa, pero es la costa de un lago. Un lago que está helado durante diez meses al año.

En las calles, en las señales con los nombres de las calles, se ve un logo de Chicago 2001. No recordamos qué pasó en Chicago en 2001 o qué se suponía que debía haber pasado. Tampoco recordamos exactamente si el gol de Mendieta de volea a la salida de un corner desde fuera del área fue en el 3-4 de Liga o en el 2-3 de Copa. El viaje de vuelta es bonito porque atardece y el tren nos enseña suburbios en alerta de viernes noche.

Inés dice que Chicago es más bonito que Nueva York, pero sospecho que no es objetiva. Yo no me pronuncio porque sería injusto juzgar una ciudad por un día. Al llegar a Evanston, pensamos en cenar pasta pero luego nos miramos con cara de pereza, de embutido, esa cara de pareja recién casada. Mañana salimos hacia Wisconsin, una sucesión de paradas transitorias hacia las Badlands y el Monte Rushmore.

En la tele, sea cual sea la cadena, combinan cinco minutos de programa con cinco minutos de anuncios.