Para llegar al motel atravesamos tres estados: salimos de Nueva York por el puente de George Washington y entramos en Nueva Jersey. Es una zona preciosa, llena de verde por todos lados y el Hudson como presencia constante, vigilante. Una zona de campsites, con su tienda correspondiente donde Inés compra una neverita y una pequeña parrilla y me pregunta cómo quiero hacer fuego para el café, si con unas ramitas o con carbón y yo, claro, la miro lejano, ausente, como si me preguntaran quién prefiero que gane si los Red Sox o los Yankees -juegan todos los días, todos los santos días-.
Luego se hace de noche y vamos cambiando de carreteras. Es el viaje más corto pero también el más complicado, probablemente, porque es el primero y porque hay que estar atentos todo el rato a un mapa que se ve cada vez más pequeño, más entre tinieblas. Al final, casi, entramos definitivamente en Pennsylvania y ahí nos quedamos, en un motel de Allenwood, cerca del aeropuerto, cerca de unas ciudades con nombres preciosos: Bethlehem y Nazareth. Como en un libro de Joan Didion.
El motel no tiene nada de cinematográfico, salvo quizá la entrada con los coches, pero no hay balcones ni tiroteos, solo una puerta del baño rota, supuestamente a patadas, probablemente por alguien que se quedó encerrado dentro. Ni siquiera hay un conducto de aire acondicionado donde dejar maletines llenos de dinero. Cogemos el coche y volvemos una milla atrás, a un diner barato lleno de partidos de béisbol.
Le digo a Inés que tengo miedo, que todo este país me abruma, me supera, pero ella me dice que todo va a ir bien (la frase de ayer de Amy fue "In the end, everything will be fine and if it's not fine, then it's not the end").
Todo ahora que había equilibrado el horario físico, las horas de sueño e incluso me había permitido pasar parte de mi día de turista en Nueva York en un cine, viendo "The hangover" detrás de un negro enorme que se encargaba de hacer los comentarios de cada jugada. Al rato, entró un homeless. Nada espectacular: se sentó en una de las primeras filas y se quedó dormido.
Paseé por última vez por Times Square, claro, pero uno se acaba acostumbrando a la excepcionalidad. Pensé en pasarme por el Metropolitan, pero estaba cerrado. Qué hacer un lunes en una ciudad ajena y en funcionamiento? Echarse a un lado. Starbucks y McDonald's.
El asunto es ahora y ahora es Letterman, O' Brien y Leno en distintos canales. Chandler Bean y Monica Geller, el trailer de "The final destination", John Cena contra Chris Jericho. Los ruidos de los pasillos y las familias con su comida basura en take-away, los tipos duros sin camisa rodeando el motel, quizá rodeando nuestro pequeño coche amarillo, el Texas Holdem en uno de los cincuenta canales de cable. El mundo cabe en un motel de Allentown, eso lo dice todo sobre el mundo.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 3 horas