Esta tarde cruzamos el Mississippi. Sería a eso de las seis de la tarde, después de ocho horas de viaje. Inés y yo nos apartamos a un área de descanso, dejamos el coche aparcado y nos tumbamos en el césped después de sacar unas fotos del río. Estábamos sobrepasados por la belleza natural de Wisconsin y Minnesota, un preludio de lo que serán los parques nacionales de la semana que viene.
En la orilla de enfrente, un grupo de chicos se bañaba desafiando el ocaso.
No había sido un principio fácil, todo lo contrario. La salida de Evanston nos tomó dos horas exactamente. Conseguimos perdernos y tomar todas las decisiones incorrectas. Acabamos en el aeropuerto O' Hare y de ahí, gracias al instinto de la conductora, ya sí que llegamos a la W90, la carretera que nos trae prácticamente desde Nueva York.
Después los atascos de Illinois. Illinois es una desgracia de estado, nos pongamos como nos pongamos. Un estado feo, colapsado, lleno de obras y coches. Wisconsin fue otra cosa, un espectáculo de verde y carreteras de película, de esas en cuesta con el horizonte delante y apenas dos motas a lo lejos. La cuenta atrás hacia La Crosse, frontera natural de los estados, ciudad por donde cruza el río que divide en dos el país, o que está a punto de hacerlo: numéricamente, quedan todavía unas 250 millas para llegar a la mitad exacta del camino.
Desde La Crosse, la carretera cambia al internarse en Minnesotta. No cambia el paisaje. Abrumador. Cambia la carretera, que pasa de dos carriles a uno y de un asfalto firme a otro lleno de baches. Por qué? Cómo puedo yo saberlo? Lo más que puedo hacer es lanzar alguna suposición al aire y esperar que caiga cara o cruz. Por ejemplo, ésta: la carretera en Minnesotta no es de pago, no tiene tolls, es del estado. El desprecio de este país por lo estatal resulta exagerado, absurdo. Para ellos, el Estado es fascismo o comunismo, y no les falta cierta parte de razón histórica. Igual que en Europa el Estado es la solución para todo, aquí es la base de todos los problemas.
Incluso en Minnesotta, el único estado que votó demócrata en las elecciones de 1984, las más desiguales de la historia, las de la re-elección de Ronald Reagan.
Estamos en tierra de indios y amish. Anuncios de casinos y queso de vaca. Rodeo en la televisión. Han sido 650 kilómetros y ahora mismo no sé ni si saldremos a cenar. Mañana nos tocan otros 500, luego las cosas se tranquilizarán un poco. Es casi como hacerse Madrid- París en dos días. Y luego seguir hasta Moscú, por ejemplo.
La sensación de avanzar es tremenda. La sensación de estar recorriendo América, de estar conquistando el oeste poco a poco. La recepcionista del Super 8 de hoy era una señora muy mayor clavada a Barbara Bush. Curiosamente, por el camino, nadie habla del desastre de Tiger Woods ni de la hazaña de Usain Bolt. Por el camino, nadie habla, en general. Una simpatía equilibrada, ya lo habíamos dicho antes.