Canal de Isabel II. 10 de la mañana de agosto. Condiciones ideales para disputar el que se considera el "partido del verano", re-edición del que ambos competidores disputaran un mes atrás sobre la tierra batida madrileña. Un nuevo Cabezas-Ortiz que promete emociones fuertes.
Los Cabezas-Ortiz son imprevisibles por definición. No hay manera de saber con qué genialidad nos sorprenderán, quién será capaz de soportar mejor la presión, quién mostrará un mejor nivel físico. Lo impresionante es que estos dos jugadores puedan manejar su rivalidad en la pista y seguir manteniendo una cordial relación fuera de ella. Eso hace sus duelos más caballerosos, pero a la vez más morbosos. La victoria o la derrota no se queda ahí, se restriega durante semanas.
Los dos parecían tener eso en la cabeza cuando entraron en la pista 5 del Canal Tennis Club, saludaron a la reina, dejaron sus raquetas y abrieron los botes con pelotas gastadas dentro.
Hace tan solo un mes, ya decíamos, la victoria de Ortiz por 6-4 sobre tierra batida había conmocionado al mundo entero, por mucho que luego Cabezas reclamara haber ganado 6-1 un set que, en rigor, no existió. Fue un duelo épico, de enorme tenis y que enfrentaba dos estilos de juego y de vida muy distintas: el joven, atlético y con raqueta nueva frente al barrigudo, semi-retirado y con una raqueta de 12 años. Todos pensaban en la victoria fácil de Cabezas y sin embargo...
¿Podía eso repetirse? En el calentamiento, a Ortiz se le vio con muchas dudas. Es fácil relajarse en una situación así. Ya has ganado antes. Ya has demostrado a todos que puedes hacerlo, ¿queda hambre para una nueva victoria? Cabezas se movía mejor en la pista y Ortiz se cambiaba las tiritas, probaba con distintas empuñaduras, se quitaba y se ponía las gafas -al final decidió jugar sin ellas, al contrario que en julio-...
Las dudas parecieron seguir después del primer juego. Cabezas sorprendió con un primer saque más contundente y Ortiz sólo pudo llevarse un punto. 1-0. Todo el mundo sabe que sobre hierba el servicio es muy importante y Ortiz pudo sacar tres primeros muy planos frente a los que Cabezas no encontró solución alguna. Eso palió las evidentes deficiencias del juego de pista del barbudo, que se veía desarbolado en cuanto la pelota se ponía en la pista y había peloteo. Pese a todo, 1-1.
El tercer juego del partido ofreció más de lo mismo: Fer, muy seguro en su saque, se lo llevó en blanco, sin excusas. Combinando pasantes de derecha con globos ajustados y aprovechándose de los errores de Guille, el chamberita consiguió hacer el primer break del partido con cierta facilidad y colocarse 3-1 arriba. Esta vez no habría sorpresas.
"Pensé que si la cosa seguía así, no sólo perdía, sino que perdía en tres juegos más", dijo Ortiz después del partido, "así que me concentré en ganar cada punto y evitar que siguiera en su racha".
Fuera por eso o por un exceso de confianza, Fer sirvió dos dobles faltas en el que podría haber sido el juego decisivo del set. Guille rompió con mucha facilidad y solamente aprovechando errores. De repente, volvía a haber partido: 3-2, y un juego más bien regulero, con mucha tensión y nervios, las caras de los dos reflejando la importancia de este partido.
Guille sacó con bolas nuevas, dos que encontró ahí olvidadas al lado de la verja. Otras dos dobles faltas, un par de ventajas desaprovechadas y nuevo break: 4-2 y saque para Cabezas. Dos juegos más y el partido, el honor y la burla serían suyas. Casi podía tocarlas con los dedos. Sin embargo, su servicio no era el de los primeros juegos y Ortiz empezó a leerlo con más facilidad, adelantando su posición y cortando a su vez todas las pelotas. Fue algo prodigioso: Ortiz inventó la derecha cortada, impidiendo los golpes fáciles a su rival y obligándole a agacharse todo el rato y levantar la bola como podía.
A base de asegurar de esa manera los golpes, con más colocación, buscando el revés, y menos potencia, Guille consiguió el cuarto break consecutivo del partido y se puso 4-3 y saque. Entonces, todo el mundo recordó lo que había pasado apenas un mes antes en la tierra batida, cuando con ese mismo marcador, el prosperita se llevó los últimos tres juegos y el partido -digan lo que digan-. Los fantasmas parecieron aún más presentes cuando Ortiz ganó su saque sin problemas: 4-4 y toda la presión para Fer.
Ahí llegó uno de los momentos más polémicos del partido. Cabezas, consciente de que su mente necesitaba un descanso ante tanto error no forzado, empezó a perder tiempo descaradamente antes de sacar. Ortiz, indignado, y en racha, pidió al árbitro que sancionara a su rival con un warning. Fer, fuera de sí, se enfrentó al barbudo y le explicó que no había árbitro, tras lo cual Ortiz pidió al que regaba la pista de al lado que al menos le trajera un JB-Cola, pero no obtuvo más que una airada negativa.
Visiblemente desconcentrado, Guille entregó el resto en blanco y se dispuso a sacar para permanecer en el partido con 5-4 en contra.
Puede que entonces recordara todas las críticas de los últimos años, todos los comentarios que apuntaban que su cuerpo estaba hecho para el placer de las mujeres pero no para el deporte, todas las injurias, los desprecios... Estaba a un solo juego de irse del partido, pero no iba a ser tan fácil. Apoyado en un gran primer servicio, volvió a traspasar la presión a su rival: 5-5, saque Fer Cabezas.
El joven chamberita miró el cielo y se encomendó a su talento para salvar la situación. Era consciente del reto y lo había aceptado: "Yo voy a jugar mal", pareció decirle Ortiz, "pero si quieres perder, vas a tener que jugar mucho peor". Y eso hizo Fer. No dio una a derechas (ni a reveses) y perdió en blanco el servicio, lo que le dejaba en la cuerda floja.
Cabizbajo, bebió algo de agua, se desabrochó las zapatillas, echó la arena que se había metido dentro, perdió todo el tiempo del mundo, intentó desconcentrar a su rival preguntándole por Laura Cuello y sonrió levemente cuando vio que su plan malvado empezaba a dar frutos: primer saque, primera doble falta. Con 0-15 y visiblemente cansado, Ortiz se basó de nuevo en su servicio: dos primeros contundentes, que Fer no pudo contestar. 30-15. En el peloteo del siguiente punto, una derecha ganadora acaba entrando en la pista mientras su rival gritaba "Noooo". 40-15. Dos bolas de partido.
Pero Fer no se iba a entregar así como así. Sacó concentración y talento no se sabe de donde. Forzó una derecha de Ortiz que se fue a la red y después un revés que tocó la cinta pero se quedó en campo prosperita. Deuce... y a los quince segundos, tras un sobrio intercambio, ventaja Cabezas. El público aguantó la respiración. El silencio podía mascarse en la pista número cinco. Ortiz sacó con todas sus fuerzas y Fer apenas pudo poner la raqueta ante su evidente desesperación. Deuce de nuevo. El siguiente punto tuvo peloteo, pero Cabezas acabó mandando la bola al pasillo.
Tercer punto de partido para Ortiz.
El primer saque va a la red. Tiene que jugar con segundo. Lo corta lo suficiente para incomodar a su rival, que aun así devuelve a medio de la pista, Guille vuelve a cortar al revés, Fer lo cubre y manda una bola complicada al revés de su rival, su gran punto débil. Guille llega y cruza, Fer intenta colocarla al otro lado, justo en la línea del pasillo... pero se va por centímetros. 7-5 en una hora y diez minutos. El triunfo de la vieja escuela, de nuevo.
El momento más emotivo del partido se vivió en la entrega de los premios cuando un dolido Cabezas se echó a llorar tras recibir la ovación del público y dijo en inglés: "God, this is killing me". Preguntado posteriormente, el chamberita manifestó que lo que quería decir es "Ahí va, esta es de los Killers", refiriéndose a la música que empezó a sonar por megafonía, pero que quizás su inglés no era tan bueno como a él le gustaría.