jueves, agosto 20, 2009

Badlands National Park


El atractivo es parecido al de Fuerteventura. Es el atractivo de la naturaleza muerta. Algo más suave: la naturaleza estática, tranquila, callada, petrificada, una naturaleza que no crece ni mengua más que a velocidades imperceptibles y por lo tanto irrelevantes. Es un atractivo imponente y a la vez relajador. Me explico, es el atractivo de lo que te sobrepasa tanto, está tan por encima de ti, que sabes que no va a hacerte ningún daño, que en realidad podrías ser cualquier persona, absolutamente cualquiera, un escritor madrileño o un narcotraficante colombiana y la tierra te miraría con la misma condescendencia. Saben ese punto de las putas del Oeste? Las putas cansadas y despechadas de tanto visitante indeseado. Ese es el punto de las Badlands, ahí abiertas para todo el mundo, pero con una indiferencia absoluta, una indiferencia de "no en la boca".

Montañas por todos lados, montañas de algo parecido a la arena. Algo que se te pega a los pies, como si de repente te fuera a tragar, antiguas lagunas secas con el paso de los siglos. Tierra que no te sostiene. Tierra de la que debes desconfiar. Hemos cambiado de película, definitivamente. Hoy, estamos en "Con la muerte en los talones", las extensiones de trigo, el silencio, las carreteras infinitas y las avionetas que sobrevuelan los campos y los fumigan desde la distancia, cualquier distancia.



Es la felicidad. La felicidad absoluta de la tienda de campaña en medio de las oleadas de viento y la vista en el horizonte. La felicidad de la carretera que se mueve por acantilados. Es otra película, una película de indios y vaqueros, es el desfiladero por el que los héroes, buscavidas incluidos, pasan mientras los sioux -esto es tierra de Sioux, de Wounded Knee y Seated Bull- les esperan con sus flechas envenenadas.

Es el Oeste, señores. El Oeste como recuerdo y el Oeste como negocio, claro. La ciudad artificial de Wall, por ejemplo, a medio camino entre las propias Badlands y el monumento de Mount Rushmore, incluso a medio camino de cualquier lado y Yellowstone. Un pueblo inventado a sí mismo, construido gracias al turismo, interno y externo. El Wall Drug, por ejemplo, con sus folletos que cuentan la historia del fundador: quería estar en un pueblo pequeño pero con iglesia. Quería ir a misa todos los días. Él y su mujer. Su mujer también quería ir a misa todos los días, pero el negocio no funcionaba, Dios les había olvidado, Dios no se fijaba en ese pueblucho de trescientas personas en mitad de ningún lado. Se le ocurrió -a la mujer- vender agua helada a los conductores hacia el resto del Oeste. No es una idea como para que tardes ocho años en descubrirla, pero más vale tarde que tardísimo. Era 1936. Todo el mundo era asquerosamente pobre en Estados Unidos, pero Dios les ayudó y les hizo inmensamente ricos y pudieron cuidar de su familia y vender agua helada durante décadas.

Dios no olvida a nadie, esa fue su conclusión.

Un vaquero, un vaquero completo y no inventado, no una réplica de foto inventada, sino un tipo que cuando se levanta no se ducha sino que se pone una camisa de cuadros pequeños sobre su camisa interior, unos tejanos ajustados, un sombrero y unas botas de montar, sale de la tienda de Hardware donde Inés y yo acabamos de comprar un enchufe. Anda como un vaquero, como si tuviera el caballo todavía entre las piernas y habla como un vaquero, es decir, en un tono completamente incomprensible.



Nosotros nos perdemos por una carretera que lleva a la Reserva India pasando por Interior, un pueblo improbable, caótico, de otro país, probablemente México, pero la Reserva India tiene sus carreteras sin asfaltar y eso es demasiado para nuestro pequeño Ramón. A cambio, nos sentamos en nuestro merendero, al lado de nuestra tienda de campañas, nos ponemos varios jerseys porque en esta película hace frío, mucho frîo y mucho silencio, leemos bajo una linterna y paseamos imaginando el Norte mientras las estrellas se van formando poco a poco.

Cuando ya están todas, decimos buenas noches y nos intentamos dormir sobre un suelo poco uniforme.