Como deciamos ayer, uno se siente tentado a decir obviedades, del tipo "que bonito esta Nueva York a las ocho de la manana mientras acaba un chubasco nocturno y la ciudad esta llena de un gris melancolico". Lo cual es cierto, claro, como podria decirse casi de cualquier ciudad del mundo. Una ciudad que no sea bonita un domingo a las ocho de la manana despues de una tormenta de verano es una ciudad que no merece tal nombre.
Nueva York y nuestras peleas: las cesiones y las exigencias. De un lado, las revistas americanas bajo el brazo, que me hacen sentir mas comodo: Rolling Stone -atraido por la promesa del analisis de Michael Moore de los primeros meses de Obama en la Casa Blanca-, Tennis -Federer en portada, basta de explicaciones- y Sports Illustrated. Del otro, la negativa a renunciar a mi banda sonora. MI banda sonora en vuestra jodida ciudad de raperos y coches descapotables.
Zahara en la Quinta Avenida, Emite Poqito en Madison, Sidonie en la calle 42 y Nacho Vegas en Times Square, ese lugar donde el mundo se detiene, especialmente tambien por las mananas, porque Times Square, de noche, permitanme la excentricidad, tiene un punto vulgar, un punto topico... pero por la manana... por la manana, Times Square esta aun desprevenida, alterada por los excesos de la madrugada anterior, con los neones justos, con la facilidad de impresionar que tendria un boxeador vestido de calle, los musculos apretados contra la camisa.
Ese efecto intimidatorio.
Probablemente, de hecho, Times Square sea lo mas intimidatorio que he visto nunca: yo, diminuto, en una silla de tela y plastico de las que ponen en la confluencia con Broadway y todo lo demas girando alrededor de mi, sin mirarme apenas. No puede haber un lugar en el mundo mas emblematico: Times Square en el cruce de la 42 con Broadway. Cuenten las palabras, no sobra ninguna. La experiencia nocturna, ya digo, fue decepcionante. La plaza se habia convertido en una puta.
Podria hablar del cansancio, pero el cansancio va de suyo. Ustedes podran imaginarse que estoy cansado. Quiero decir, estaba cansado cuando me fui de Madrid y en medio ha habido un vuelo de ocho horas y unos paseos monstruosos a horario cambiado. Paseos a Central Park y a Union Square, paseos a las pharmacies para comprar colirios -yo y mi pasion por los colirios-, paseos rumbo a hamburguesas, como si esto fuera Medina del Campo, paseos con Ines, de tarde, con la sensacion constante de que va a llover, de que va a pasar algo, pero no.
Las calles de Greenwich Village y del Soho. La ternura de Ines en cada palabra, su inocencia: aqui solo hay neoyorquinos, dice tras cruzar un mercadillo sorpresa, para trazar la linea supuesta entre dos Manhattans. No, Ines, aqui no hay ni un neoyorquino. Aqui hay italianos, sobre todo, y algun hispano sirviendo en un McDonalds. Aqui hay grupitos de turistas agolpados en las terrazas de Thompson Street. Agosto ha llegado a su ciudad y a Ines le ha pillado en un sueno, como siempre. Una chica que siempre te va a contestar con una sonrisa. Siempre. Incluso cuando sabes que esta fingiendo.
Ines y yo en Staten Island. Miento. En el muelle del que sale el ferry camino de Staten Island. La Estatua de la Libertad atardeciendo. Todo vacio. Espectacular, a su manera. El barrio financiero, el recuerdo del World Trade Center, la reserva federal, el claustrofobico edificio AT&T, el propio muelle y la propia estatua e incluso New Jersey al fondo... todo vacio. La ciudad esta a otras cosas. Esta buscando cadaveres sobre el Rio Hudson -entre los edificios, al fondo de una avenida, me parecio ver un avion que volaba muy bajo-, esta gritando a los neones y entrando en museos de cera. Esta en algun musical que empieza a las 8. Pero no esta aqui.
Hermosa sensacion esa: ir a contracorriente.
Ines y yo en el Metro de Nueva York mientras una chica preciosa de no mas de quince lanza miradas furtivas mientras sostiene su pijisima bolsa de Marc Jacobs y otra chica preciosa, mayor, rubia, entra con su bolsa de Desigual. Materia de relato. Las chicas preciosas de quince siempre son materia de relato y de obsesion. Times Square, de nuevo, ya lo he dicho: vestida como una puta, maquillada como una puta y abriendose ahi para que todo el mundo entre, entremos. Pienso en ir a ver "Hangover", pero la cola es muy larga y tengo mucho sueno.Temo a la muchachada.
Ceno en un diner cualquiera, con ese empeno mismo en parecer un diner cualquiera, y miro a traves de una ventana. La gente se hace fotos con un Samuel L. Jackson de mentira, Broadway se vuelve a separar de la 42 y yo giro hacia el este sin piedad, las calles vacias y el humo saliendo de las aceras. Americas, Sexta Avenida, Quinta Avenida, luego ya Madison.
Ahi ya basta con contar hacia atras y caminar hacia abajo: 42, 41, 40, 39 y 38.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 3 horas