En 2004, cuando era un reportero de "Notodo.com" me permití ser terriblemente cruel:
"Caso aparte es Michael Winterbottom. Aquí se ha presentado con Nine songs, anunciada como una mezcla de sexo y música que a los amantes de "24 Hour Party People" nos tenía en vilo. La película dura poco más de una hora. Alguien nos comentó que parecía un mediometraje, pero basta con ver al protagonista desnudo para entender que de mediometraje nada de nada. Por cierto, que se le ve bastante tiempo desnudo, vamos, pero bastante, bastante, bastante...
Algunos dicen que parece una película porno, pero no lo es, es mucho más aburrida: no hay fontaneros, ni carteros de mirada sátira, ni escenas junto a la piscina... Dice Winterbottom que su filme no es pornográfico igual que una película sobre un señor comiendo no es un documental de alimentación. Lo que no dice es que eso puede llegar a ser tan repetitivo como su propia película."
Después de volver a ver la película ayer, reconozco que me excedí. La película es repetitiva, pero las canciones están realmente bien, con ese punto indie pop británico que parece hecho para pastilleros pero que resulta tan eficaz. Y, sí, hay una historia de amor y, si uno se fija lo suficiente, incluso tiene sentido.
Lo que pasa es que es uno de esos casos en los que la forma pretende eclipsar por completo al fondo. Aunque vaya forma, señoras, qué escándalo.