John Pinone
cogió un avión y se plantó en Madrid. Su carrera en la NBA había
acabado casi antes de empezar, como sucedía con tantos y tantos
proyectos universitarios. Hablamos de los tiempos en los que no había 30
equipos profesionales sino apenas 23 y por lo tanto muchas menos plazas
para los jornaleros que no se adaptaban rápidamente a sus nuevos
entrenadores. Pinone había sido algo parecido a una celebridad como
universitario, de manera casi incomprensible: apenas rebasaba los dos
metros pero jugaba de pívot en la Universidad de Vilanova. El baloncesto
universitario no tiene demasiado que ver con el de la NBA y muchos
jugadores, especialmente blancos, lo notan. Aquel fajador que fuera el
máximo anotador de su equipo ya desde el primer año, llegando a ser
seleccionado en el tercer mejor equipo universitario y ganándose una
plaza en el Mundial de Cali de 1982, apenas duró siete partidos en la
NBA con los Atlanta Hawks.
Después
de medio año en la CBA, comprendió que su futuro y su dinero pasaban
por Europa, que rebañaba ansiosamente todos los descartes americanos,
porque generalmente el nivel de cualquier descarte ya servía para que el
equipo girara a su alrededor. Eso, ahora mismo, sería inconcebible y,
de hecho, el proceso ha dado la vuelta: son los europeos los que llenan
Estados Unidos con proyectos de jugadores que en ocasiones apenas si han
debutado en sus ligas nacionales.
El
caso es que ahí estaba Pinone preguntándose qué sería de su carrera
profesional, si tendría el más mínimo éxito en Europa y qué era eso de
Estudiantes, cuando al llegar al aeropuerto de Barajas, le recogieron y
le llevaron al Magariños para que charlara con Paco Garrido,
el entrenador, y conociera a sus nuevos compañeros. Entre ellos,
llegado del Joventut después de que en Badalona no se acabaran de fiar
de sus condiciones físicas, un espigado estadounidense llamado David Russell… a quien Pinone conocía perfectamente, no en vano Vilanova y Saint John´s eran rivales habituales.
Corría
la jornada número tres de la temporada 1984/85 y el Estudiantes venía
de estar a un partido del descenso, salvado por un inmenso Pedro Rodríguez y un genial Terry Sttots
en el agónico segundo partido de play-off en Huesca. El primer
encuentro que le tocó disputar a Pinone fue contra el Real Madrid. Por
supuesto, ganaron los blancos, la norma en la época, pero el binomio
perfecto ya estaba formado: Russell-Pinone, el espectáculo y la
constancia, la magia y la inteligencia.
El
equipo acabaría con 20 victorias y 13 derrotas, clasificado para
play-off. Su rival en cuartos de final fue el Real Madrid, de nuevo. Por
tocar las narices, les llevaron hasta el último partido. Una vez hecha
la travesura, perdieron 116-98.
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