En 1991, Luis Ocaña se metía con el culo de LeMond.
“Mirad qué culo tiene, con ese culo no se puede ganar el Tour”, repetía
el conquense en la radio frente a los que consideraban que el americano
era el máximo favorito para ganar la carrera. En el mundo del ciclismo,
especialmente en los 90, el volumen del culo era uno de los indicativos
del estado de forma en el que se llegaba a una competición. LeMond
venía de ganar tres Tours, dos de ellos consecutivos en 1989 y 1990 y
durante la primera semana siguió siendo la gran amenaza, colándose en la
fuga adecuada, haciendo una excelente contrarreloj —segundo, por muy
pocos segundos, tras Miguel Induráin— y acechando el liderato del sorprendente Luc Leblanc.
Sin
embargo, Ocaña tenía razón. El culo de LeMond le traicionó subiendo los
últimos dos kilómetros del Tourmalet en la segunda etapa pirenaica y
poco a poco fue perdiendo metros con los favoritos. Para cuando quiso
recuperar en el descenso, Induráin y Chiappucci ya no estaban ahí. Pronto tampoco estaría Bugno. LeMond, desfondado, perdería una minutada en la llegada a Val Louron y con ella todas las aspiraciones a ganar la carrera.
A
pesar de llevar dando guerra desde 1983, cuando se proclamó Campeón del
Mundo en ruta, el estadounidense era un corredor relativamente joven,
30 años, solo tres más que los propios Induráin y Bugno. De joven figura
había pasado a gregario de Hinault y luego a su
sucesor tras la victoria en París en 1986 soportando las mil y una
puñaladas que el bretón intentó asestarle mientras le “ayudaba” a ganar
su primer Tour, algo parecido a lo que pasaría 23 años después con Armstrong y Contador.
Cuando estaba en lo más alto de su carrera deportiva, un accidente de
caza casi le mata, sin exagerar. Después de dos años en blanco,
prácticamente nadie confiaba en su vuelta al pelotón, pero sorprendió al
mundo desde el modestísimo ADR, un equipo muy menor, levantándole el
Tour de 1989 a Fignon delante de todos sus vecinos en una épica contrarreloj final.
Al
año siguiente, repitió victoria, dejando que Chiappucci se llevara toda
la gloria pero arrebatándole de nuevo el maillot amarillo en la
penúltima etapa: un trabajo muy profesional y ponderado. No aparecían
rivales en el horizonte, tercero aquel año fue Erik Breukink y cuarto, Perico Delgado, ya en el inicio de un lento declive.
Sin
embargo, Tourmalet 1991 supuso un punto de inflexión. A LeMond se le
reprochaba que apareciera solo en el Tour pero él lo explicó así el día
de su retirada: “En los últimos siete años, solo me he sentido bien
durante cuatro meses. En esos cuatro meses conseguí ganar dos Tours y un
Mundial (el de 1989)”. Terminó aquel año sin victorias y en 1992 logró
el que sería su último triunfo, en el Tour DuPont, una modesta vuelta
por etapas organizada en Estados Unidos en homenaje a la carrera
francesa. En cuanto al propio Tour, ya estuvo a punto de llegar fuera de
control en Sestrières, cuando perdió 50 minutos con respecto a
Chiappucci y acabó bajándose de la bici al día siguiente, camino de
L´Alpe D´Huez, mientras su compatriota Andrew Hampsten ganaba la etapa.
Su
fichaje por el GAN francés no mejoró las cosas: en 1993 ni siquiera
pudo participar en ninguna gran vuelta, completamente desfondado y
agotado, sin capacidad para entrenarse y con serias dudas acerca de su
futuro profesional. La idea de LeMond era seguir en activo hasta 1996,
para poder participar en la contrarreloj de los Juegos Olímpicos de
Atlanta, en su país, el primer año que esta categoría se iba a disputar,
el terreno en el que había marcado diferencias hasta la llegada de
Induráin.
1994
no empezó tan mal: LeMond se sentía mejor, menos enfermo. Tenía unos 40
perdigones aún metidos en el cuerpo desde 1987, pero las piernas iban
más ágiles… o eso creía él. La realidad se empeñaba en demostrar lo
contrario: cuando necesitaba ese punto extra, no llegaba. Los rivales
cada vez eran más fuertes, más potentes, más todoterreno y corrían con
un hematocrito más alto. Se presentó en la salida del Tour de Francia
por cumplir con su patrocinador y a la vez con la sensación de que quizá
pudiera disfrutar de otro mes mágico, un quinto mes a añadir a la
cuenta y que le permitiera al menos el brillo puntual en alguna etapa o
una clasificación general decente.
En el prólogo acabó en un honroso 22º lugar, a casi un minuto de Chris Boardman,
la estrella del momento en este tipo de contrarrelojes cortas y
compañero de equipo en el GAN. Induráin quedó segundo, seguido de Rominger y Zülle. LeMond terminó apenas dos segundos por detrás de su compatriota Armstrong y consiguió superar a ilustres como Jalabert, Mauri, Virenque, Dufaux, Pantani
o, sobre todo, Bugno. El desastre no tardaría en llegar: en la tercera
etapa en línea, que pasaba por el recién construido Eurotúnel, LeMond,
como tantos otros, no puede resistir el ataque final de Museeuw
y al día siguiente, en una intrascendente llegada a Brighton, paseo por
tierras inglesas, queda cortado en uno de los múltiples abanicos y
caídas y llega con un pequeño grupo a más de cinco minutos de los
ganadores.
Un
par de días después, en la sexta etapa, entre Cherburgo y Rennes,
LeMond va sufriendo como un perro. A su fatiga habitual se le suman un
par de averías desesperantes que le obligan a esfuerzos durísimos para
juntarse con un pelotón que va a toda velocidad y no espera a nadie. Bortolami, Yates, Abdoujaparov, Bontempi, Zberg, Heppner y Frankie Andreu
se juegan el triunfo de etapa en una escapada de enorme talento
mientras Greg ve que no puede más, que no tiene sentido tanto
sufrimiento para ni siquiera acabar entre los cien primeros de su
carrera.
En
el kilómetro 178 de aquel sábado 9 de julio de 1994, se baja de la
bicicleta, la deja en el coche de equipo y se monta rumbo a la meta en
cuatro ruedas. A su llegada, afirmará: “Tengo una infección en la sangre
producto del plomo acumulado en el cuerpo”. Cuando le preguntan por la
retirada, insiste: “Quiero llegar a los Juegos de Atlanta… Si consigo
curarme, mi objetivo es ese”. A LeMond le ofrecen probar con la
efedrina, una sustancia potencialmente dopante que requiere vigilancia
médica, sigue con los entrenamientos y dejó que el año vaya pasando sin
participar en carrera alguna…
Finalmente,
el 3 de diciembre de 1994, en una rueda de prensa para presentar un
proyecto benéfico, anuncia en palabras lo que todo el mundo sabía en
hechos: “Me retiro”. La infección en la sangre pasa a llevar el nombre
de miopatía mitocondrial, una enfermedad rarísima, según su médico y
que, efectivamente, puede —o no— estar relacionada con el accidente de
caza. La crónica del Los Angeles Times afirma que, pese a su
estado, podrá llevar una vida normal y él mismo declara que su objetivo a
corto plazo es irse a Montana y ponerse a pescar.
Desgraciadamente,
desde su retirada, su vida ha tenido poco de normal. Convertido en
adalid de la lucha anti-dopaje y enemigo íntimo de Lance Armstrong,
LeMond ha colaborado con todas y cada una de las investigaciones que se
han llevado a cabo en Estados Unidos contra el US Postal, causándole
graves perjuicios económicos y unas presiones terribles del entorno del
siete veces campeón del Tour, quienes incluso amenazaron con revelar
públicamente los abusos sexuales que LeMond había recibido de pequeño
por parte de un familiar.
El
propio ex corredor tuvo que adelantarse y anunciarlo en rueda de
prensa. Desde entonces, los patrocinadores para sus diversas fundaciones
y empresas han ido desapareciendo misteriosamente y en su país apenas
se recuerdan sus tres Tours sino su enfrentamiento personal con el nuevo
gran ídolo. Los países tienen poca memoria. LeMond tuvo una infancia
miserable, una adolescencia-juventud con difícil adaptación a Europa y
una madurez profesional terrible, sumando una enfermedad tras otra y
siempre marcado por aquel infausto día de caza en el que su cuñado le
confundió con un alce. Incluso cuando debería estar descansando, le ha
tocado pelear, como si no pudiera escapar de una maldición, igual que
tantas otras estrellas quemadas del deporte profesional. Igual, sin ir
más lejos, y salvando las distancias, que el propio Ocaña.
Artículo publicado originalmente en la revista JotDown, dentro de la sección "El último baile"