Rodear el Congreso es inaceptable. Si no entendemos que golpear
indiscriminadamente y entrar en estaciones de metro y tren disparando salvas
porra en mano también es inaceptable tenemos un problema. Y es un problema
grave porque al final parece que estemos ante dos bandos que se justifican a sí
mismos con la acción del otro, es decir, lo que vienen haciendo PP y PSOE desde
el inicio de los tiempos.
La convocatoria del 25-S era un disparate. No solo en la
forma, es decir, la amenaza explícita a un símbolo de la unidad democrática de
todos los ciudadanos, sino en el fondo: el presunto proceso constituyente, la
deslegitimación de la representatividad electoral, la manía de este país de la
“acción directa”, es decir, el “esto lo arreglamos nosotros, que se quiten de
en medio o los corremos a gorrazos”. Ahora bien, que algo sea un disparate o a
mí me parezca un disparate, ya lo he dicho varias veces, no quiere decir que haya
que reprimirlo. Hay que reprimir, por ejemplo, a quien golpea con una piedra a
un policía o intenta atravesar unas vallas que protegen el Congreso. Eso son actos
delictivos y los que lo han hecho o lo han intentado están detenidos y en la
cárcel a la espera de juicio. Así funciona una democracia.
Como no funciona una democracia, y me niego a aceptar que
esto sea una cuestión ideológica sino de raíz, es cargando indiscriminadamente
contra una manifestación legal, con sus contornos bien fijados y su
autorización de la Delegación del Gobierno. No voy a hablar siquiera de los
vídeos que registran la presencia de policía secreta. Ya sabemos que hay
policía secreta en las manifestaciones, exactamente ese es su trabajo. Si
fueron ellos los encargados de empezar los disturbios no lo sé. He visto cosas
muy raras, pero no me hacen llegar a una conclusión determinante.
De lo que sí hay que hablar es de la proporcionalidad de la
respuesta. ¿Hubo ataques a la policía? Los hubo. El Estado de Derecho permite
que la policía, como representantes del monopolio exclusivo de la violencia,
detenga, identifique y ponga a disposición judicial a quienes los hayan
cometido. Lo que no permite el Estado de Derecho es la extralimitación. Si esa
gente puede llevar porras, pistolas y escopetas es precisamente porque tienen
una preparación de años, una enorme experiencia y saben desenvolverse en
situaciones de extrema tensión.
No es un trabajo agradable pero es su trabajo y es decisivo
que lo hagan bien. Lo que marca la diferencia entre un estado democrático y un
estado totalitario es precisamente que sus cuerpos de seguridad se ajusten
siempre a la legalidad.
Viendo las imágenes no hay que ser un genio para darse
cuenta de que no se hizo bien, de que el mal causado con las cargas fue mucho
mayor que el mal que se pretendía evitar, que por cierto no queda demasiado
claro en ningún momento. Los asistentes a una manifestación autorizada por el
Gobierno no tienen por qué sentirse amenazados, insultados ni golpeados por los
representantes policiales de ese propio Gobierno. Es una locura. Entender eso
no es legitimar a alborotadores ni maleantes ni ser un peligroso izquierdista.
Es simplemente defender la democracia y sus valores liberales, que el ciudadano
no tenga miedo del Estado al salir a la calle.
El delito puntual no permite la represión generalizada. No
la permite en ningún caso. Si el establecimiento de al lado del suyo no paga
sus impuestos bien estará que lo cierren, pero no tiene sentido que cierren los
de toda la calle simplemente por estar en esa calle en el momento equivocado.
Dividir a la sociedad entre los que intentan rodear parlamentos democráticos y
los que justifican que se golpee con saña, hasta la crueldad, a ciudadanos
concentrados legalmente, coincidan o no en sus protestas, es muy peligroso.
Prefiero no estar en uno de los dos bandos y me gustaría que
fuéramos más los que defendiéramos el respeto a los emblemas democráticos del
Estado y a la vez el respeto a las libertades individuales de los ciudadanos… Y
los que incumplan ese respeto básico, que sean puestos a disposición judicial.
Todos. Los unos y los otros. Todo este elogio desmedido de una actuación
exageradamente torpe no ayuda en nada, solo acerca un poco más a España al
escenario griego, la deriva del último año y pico, antes incluso de la victoria
del PP en las elecciones generales, que nadie se equivoque. Un escenario de
violencia desmedida animada desde los altos cargos.
Mucho se preocupan algunos de la imagen que está dando
España ahora mismo. Quizás ese ha sido el problema: demasiados años preocupados
por la imagen y muy poco por la realidad.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"