viernes, septiembre 14, 2012

La segunda noche en la COPE


Cajas. O más que cajas, bolsas. Bolsas de basura para los plásticos, para el papel y para la multitud de chorradas que uno acumula en cuatro años de vida. La Chica Diploma me dice: "No guardes tantas cosas, ¿tienes Diógenes, cariño?" Pero la Chica Diploma tiene su habitación en la casa de sus padres y mi habitación en la casa de mi abuela está ahora ocupada por un montón de macetas en la cornisa, que es todo lo que acierto a ver desde la calle, así que no me queda otra que llevarme todos mis recuerdos conmigo, como si me hubiera convertido en mi propio USB, y repartirlos por Legazpi, la Sierra madrileña, San Vicente de la Barquera...

No es la primera vez, pero afortunadamente solo es la segunda. Las mudanzas son terribles porque te recuerdan lo que has sido y pueden pasar dos cosas: que te arrepientas o que lo eches de menos. Normalmente, es una mezcla de ambas, una montaña rusa de sensaciones mientras te subes a sillas o vacías estantes a ras de suelo.

Y lo que queda.

Una desventaja de vivir en el caos -yo vivo en el caos, por eso lo digo- es que cuando empiezas a quitarle capas al desorden se convierte en algo adictivo y lo que empieza por "voy a hacer una caja con libros y algo de ropa" acaba en cinco cajas cerradas, igual que lo que pretende ser un "voy a ir tirando algunos papeles" acaba con dos bolsas de basura llenas y otras dos en el contenedor de papel a las dos de la madrugada. En medio, trabajo de información sobre el golpismo argentino para futuro monográfico, una cosa muy divertida si no tenemos en cuenta los muertos y realmente dramática si los contamos. Un país imposible.

Después, ya saben, las bolsas de papel, el paseo por Barquillo -algo más de frío, jerseycito azul, menos borrachos, agitación en los alrededores de la calle Almirante- la entrada en la COPE, el saludo con Elena, Mónica, David y el técnico -solo me falta el nombre del técnico, mis progresos son espectaculares-, muchos menos nervios, quizá más sueño, colarme en el estudio un poco por hacer algo, entrar en mi sección un poco antes, hablar durante quince minutos de Induráin, repasar audios impagables: el "Me estoy volviendo loco", de Azul y Negro, la retransmisión en directo de TVE con Pedro González de cuando Miguel se bajó de la bicicleta en la Vuelta del 96 y los gritos de Ucelay y García cuando de repente el navarro se quedaba, deshidratado, en las cuestas de Les Arcs, pocos meses antes.

Eufemiano Fuentes, Sabino Padilla, Michele Ferrari, nombres insoslayables... El audio lo tienen en este enlace, a partir del minuto 38 aproximadamente.

Luego, un par de bromas, un abrazo, el taxi de vuelta porque las tres no son las dos más que una vez al año, el sueño espeso, la mañana llena de buenas noticias: los conciertos de Nikki García, el disco de Jorgito Marazu, mi queridísimo Jorgito Marazu, con quien tarareaba en Benidorm aquello de "Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros", las promos de Manuela Moreno con futbolistas del Real Madrid... Uno intenta hacerlo lo mejor posible por conseguir cierto reconocimiento. Una espiral de ego, expectativas y frustraciones, pero verles a ellos, ver cómo ellos se superan, lo consiguen, reciben lo que se merecen, es casi tan bonito como sentirlo en carnes propias.

Porque, ¿quién quiere editores o sueldos teniendo cajas, bolsas, insomnios y una chica preciosa esperándome en la parada de Arganzuela-Planetario? Seamos serios, por favor.