lunes, septiembre 10, 2012

Novela y cáncer


El problema es que la historia de ese día se quede coja, porque era una historia tremenda, tan tremenda que no podía ser real: empezar por la llamada del editor desde Barcelona, su medido entusiasmo, su noche sin parar de leer, su 90% de posibilidades de publicación, sus pequeños retoques, sus personajes que quizá haya que cambiar, su reunión en Madrid... en definitiva, el sueño de una vida como novelista por fin cumplido y a los veinte segundos de colgar, la llamada desde Santander para decir que mi padre tiene cáncer con metástasis.

La historia era esa, sin retoques: iba a publicar mi primera novela y mi padre estaba en un hospital de Torrelavega con un Estadio IV como una casa, todo en medio minuto.

No voy a decir que una cosa compensara la otra, pero digamos que la amortiguaba. Narrativamente, quiero decir, porque si le preguntáramos a mi padre si le parece bien tener cáncer a cambio de que yo publique una novela, entendería perfectamente que contestase que no. Eso en el caso de que mi padre alguna vez se interesara por que yo escribiera novelas, que ese es otro tema aparte.

El asunto es que tras la historia, como ocurre siempre, lo que queda es la realidad y la realidad es que no hay novela pero sigue habiendo cáncer. Eso a mi padre, ya digo, le da igual, pero a mí me toca un poco las narices, porque de ilusiones también se vive y esta era de las grandes y cuando vuelves a casa después de un día de análisis de sangre, consultas médicas, volantes autorizados, fechas para más pruebas, consultas, quimioterapias... espera algo más que recibir un email de cinco líneas (contadas) que venga a decir "oye, lo he pensado mejor y al final no me interesas".

Que puede que sea la manera de trabajar en el mundo editorial o en el mundo cultural español en general, no lo niego, pero no es una manera humana de trabajar, es una manera cuando menos grosera y cosificadora y eso no tiene que ver con el hecho de que uno sea escritor. Así no se trata ni a un notario ni a un camarero. A nadie. No hay ninguna obligación moral que proteja la publicación de mi novela -es una novela, ni más ni menos, hay miles escribiéndose en este momento- pero sí tengo la sensación de que las relaciones de trabajo, las relaciones en general, están demasiado basadas en relaciones de poder y eso me jode. No por no tener el poder, se entiende, sino porque las cosas no deberían ser así.

¿Y cómo deberían ser? Ni puta idea, pero así, no.