Algunos de los personajes importantes en esta historia: Lluís Segura y Esther Fernández, del corto "¡Nena!", Agost y Roger, del corto "Aprop", Antonio García, distribuidor de Lolita Peliculitas, David Muñoz, realizador de "Flores de Ruanda", Chema Muñoz, encargado del programa de distribución de cortometrajes vascos, Kimuak, María Sanz, la encantadora y omnipresente programadora del Festival... A Miguel ya le he mencionado antes.
David viene con Debla y su hijo Román. Román es un niño maravilloso, siempre sonriente y muy poco travieso. Hay quien cree que la travesura y la rebeldía son necesarias siempre en un niño pequeño; yo, si me la puedo ahorrar, lo agradezco. Las hijas de María están en primera fila de la Casa de los Coroneles, Román está en la quinta fila junto a sus padres, a la derecha del escenario según se mira desde la puerta (a la izquierda del escenario según se mira desde el escenario).
Román está triste y aburrido porque su padre no se lleva ningún premio. Cuando se lleva el primero sonríe, porque además se lo ha dedicado a él. Cuando se lleva el segundo, sonríe más; cuando se lleva el tercero, le parece la cosa más normal del mundo: ver a su padre subir, saludar, agradecer tímidamente...
Yo estoy sentado junto a los chicos de "¡Nena!" y "Aprop". Son dos cortos sensacionales, especialmente el primero: una historia de juegos y amor entre niños que no resulta en ningún momento empalagosa y que está dirigida con maestría. Es el corto con más nominaciones de toda la gala, pero van pasando los premios y no se llevan nada. Ellos están nerviosos, pero aparentan tranquilidad. Yo estoy tranquilo y hago bromas y en un momento dado me dicen: "Claro, como tú no traes ningún corto..." y es verdad pero a la vez es mentira, porque yo quiero que ganen ellos. Porque una noche compartiendo bares hawaiianos y canciones de letra irreproducible une mucho. Hace equipo, por decirlo de manera que le gustaría a Esther, la productora del corto.
Es muy complicado esto de los premios. Es la parte más desagradable de un Festival y eso que, efectivamente, yo acudo siempre de espectador y me debería dar igual. Es complicado ser Jurado. Sé que en el pasado me he metido con los jurados y con su criterio porque no coincidía con el mío, pero no dejo de reconocer que es complicado y que tener un criterio que no coincide con el mío no significa necesariamente tener un criterio equivocado. Me niego a creer, por ejemplo, que Laura Cuello tiene un criterio equivocado.
El caso es que los premios siguen pasando y "Niños que nunca existieron" y "Retrato de mujer blanca con navaja" se reparten la mayoría. Isabel de Ocampo vuelve a ganar el primer premio con su "Miente", igual que en Medina. Incluso "Aprop" se lleva el premio al mejor cortometraje de videocreación, sucediendo a la propia Laura en el palmarés y sólo al final de la gala, cuando todo parece repartido y acabado, Miguel lee una nota del Jurado en la que se le da una mención especial a "¡Nena!" por una serie de razones largas y extensas y Lluís sube y agradece y dice que esta isla es magnética y baja con su premio pequeñito y yo no sé si felicitarle o consolarle, así que decidimos emborracharnos otra vez, que es lo que mejor se nos da.
En la fiesta posterior están Daniel Bruhl y Wolfgang Becker. Está Arturo Ruiz, el director de "Paseo". Nos hemos pasado mucho con Arturo estos días, vacilando con que iba a ganar todos los premios y que por eso le íbamos a hacer pagar el minibar de nuestras habitaciones. Ellos no conocían a Arturo, claro. Arturo es la definición perfecta de lo que es este mundo: a veces gana, a veces pierde. Casi todos sus cortos son excelentes. A él no le preocupa. Quiero decir, le preocupa que sus cortos sean más o menos excelentes, pero no le preocupa ganar o perder.
Es una cuestión sumamente improbable, si se piensa: cada semana en España hay dos o tres festivales de cortometrajes en los que los mismos tipos compiten por prestigio y dinero. Chicos de 25 a 40 años en su mayoría, con el ego propio de todos los artistas, con el orgullo por su trabajo y la arrogancia de su juventud... que llevan toda esa competencia con una naturalidad asombrosa. Lo normal sería que se llevaran a matar y que se miraran mal cada vez que el otro se lleva un premio. Estos chicos del corto hacen lo contrario: se van a tomar un ron-cola. Arturo me cuenta que una vez, en un reportaje que le hicieron a él junto a otros directores, le preguntaron cómo se podía definir su generación y él dijo: "la generación del ron-cola, prácticamente a todos estos les he conocido con un ron-cola en la mano".
Es así, y especialmente en Fuerteventura, claro. Arehucas, ya saben.
Dos horas después de la gala, en el inefable Waikiki, ya nadie se acuerda de quién ganó qué premio. Da absolutamente igual. Lo único que pensamos es en maneras de volver: volver a este bar, volver a ese delicioso hotel, volver a la simpatía de los anfitriones, a la confusión del entorno... Volver. Como periodistas, como directores, como distribuidores, como jurados... nos da igual. Inventamos cortos. Lluís y yo queremos hacer "La Surfista" con Sara. Esther quiere hacer "El Surfista" y está preparando el casting.
David se ha quedado en el hotel con Román y su mujer. Al final de la gala, alguien vino a decir, delante de él, "bueno, con tantos premios se merece un artículo, ¿no?" y yo le corté de raíz: "Ya se lo merecía antes de los premios. Ganar premios no es lo que hace que te merezcas nada." Porque eso es lo que pienso y punto.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
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