No todos los entrenadores valen para todos los equipos. Eso es algo obvio en cualquier deporte y el baloncesto no es una excepción. Por eso, jugar con fuego es muy desaconsejable, y la previsible destitución de Pepu Hernández como seleccionador nacional a pocos meses de los Juegos Olímpicos es un error en toda regla.
Y que nadie se equivoque: a Pepu no le echan por saltarse una reunión ni por anunciar su marcha en el tiempo marcado por el contrato. A Pepu se lo cargan por una cuestión de celos personales y profesionales. Ni más ni menos. La FEB, con José Luis Sáez, hace bien en reivindicar su trabajo en los últimos años: multitud de medallas con distintos seleccionadores y una base en cadetes, juniors, etcétera que sólo supera Serbia en el contexto europeo.
Pero está claro que Pepu es la guinda de ese pastel y no deberían empeñarse tanto en despreciarlo.
Las últimas declaraciones de Sáez son tan despectivas, tan insultantes, tan prepotentes que probablemente cualquier otro trabajador solvente hubiera presentado ya su dimisión. No creo que Pepu lo haga porque para él estar en los Juegos debe de ser un sueño y de un sueño así nadie se despierta solo.
Ahora bien, si Pepu se va, ¿quién viene? ¿quién se atreve? El listón está ahí: campeones del mundo y subcampeones de Europa por 2,4 segundos. ¿Quién le pone el cascabel a ese gato? España puede ganar los JJOO pero también puede quedar séptima. Puede cruzarse con Lituania en cuartos de final y perder. Con Pepu y sin Pepu. La diferencia es que, sin Pepu, el marrón se lo van a tener que comer enterito Sáez y el que venga. Y hay que tener los huevos como César Romero para atreverse con eso...
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 11 horas