... Sí, pero se me olvidó una cosa muy importante. Los quince minutos de antes. Hache y yo muertos de frío en una fila del cine que no quedara muy lejos ni muy cerca por una cuestión de bifocales y la sucesión de cortometrajes de dos minutos y medio, sin avisar, mezclados con la publicidad, de manera que era imposible saber si pretendían anunciar un coche o presentar una modelo o empezar una carrera cinematográfica.
Absurdos, en su mayoría, pero divertidos. Valientes, en definitiva. Creo en el valor como una forma de talento y eso ya lo he repetido antes. Fue lo mejor de la tarde, desde luego, y le dan ganas a uno de sentarse y ponerse a escribir guiones y encontrar gente con tiempo suficiente como para hacer un screenplay y coger una cámara y empezar a rodar frases sencillas, ingeniosas, pequeñas, de chicos jóvenes que andan perdidos por Madrid, o por un coche que más da.
Las peceras pueden ser muy grandes o muy pequeñas pero siguen siendo peceras. Rodar una pecera es tener al menos la ilusión de que se está fuera. Probablemente, incluso sea cierto. Durante dos minutos y medio.
Seguro que Hache recuerda los nombres de todos los cortos que vimos -yo ni siquiera recuerdo el número, creo que fueron cuatro-, pero el que me era más afín, lógicamente, era "La de filosofía". Había uno muy bueno que se llamaba "S.E.R." también.
Cuando veo que alguien hace algo así, lo que siento es una especie de responsabilidad, o incluso culpabilidad: "Tú deberías estar haciendo lo mismo". Sólo tengo una vida y no voy a pasármela siempre en la butaca mirando. ¿Vosotros?
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