viernes, noviembre 26, 2010

La Fábrica y Notodo, a lo Factual


Creo que muchos de mis lectores saben cómo acabó la aventura de Factual. Aunque Arcadi Espada se empeñe en seguir dando lecciones de periodismo empresarial a Rupert Murdoch y Pedro J. Ramírez, el caso es que casi todos los colaboradores -al menos los que la dirección en aquel momento consideraba que no éramos suficientemente importantes- nos quedamos sin cobrar. En mi caso concreto, se me adeudaban casi 600 euros, de los que, en un alarde de generosidad y por las gestiones de un buen amigo, conseguí recuperar unos 250. El resto quedó en el limbo.

Nunca supe qué era Factual exactamente. Contratamos a un abogado y tampoco él lo tuvo muy claro, hasta el punto de que cuando vio la maraña de subterfugios legales que rodeaban al periódico nos explicó compungido que lo único que podíamos hacer era reclamar un embargo de la cabecera o del material de oficina, opción que desapareció cuando Factual quebró definitivamente, y no quedaron por tanto ni lápices ni ordenadores ni dominios web.

Sí tengo más idea de lo que es La Fábrica, grupo empresarial de cultura al que pertenece Notodo.com y que además tiene una revista de literatura -Eñe-, otra de fotografía -Matador- y organiza exposiciones dentro de Photoespaña además de festivales de cortometraje como el Notodofilmfest con cuantosísimos premios para los ganadores. Además, tienen una editorial, en la que colaboran o han colaborado varios amigos míos.

El caso es que La Fábrica a través de Notodo.com a través de su redactor jefe me han comunicado hoy mi despido, o si prefieren, el cese de mis actividades como colaborador. No voy a negar que colaborar con Notodo durante estos años ha sido un motivo de orgullo y me ha abierto bastantes puertas, eso que quede claro. A mí lo que me parece es que cuando uno lleva desde 2003 aunque sea de manera intermitente colaborando en un sitio se merece algo más que un email, y desde luego se merece que le vayan con el finiquito por delante.

La deuda acumulada con Notodo.com asciende ahora mismo a los 510 euros. Puede que a ustedes esto les parezca una tontería, pero para mí es casi el alquiler de mi piso en un momento de extrema crisis, con reducción por todos lados, desempleo y prestación a punto de agotarse. En cualquier caso, mucho o poco, es en lo que ellos han valorado mi trabajo.

Supongo que en La Fábrica, cuyos regentes se llenan a menudo la boca a la hora de defender injusticias sociales aquí y allí, tienen bien claro que deben pagar a sus trabajadores. A los despedidos y a los que sigan. Lo supongo y lo espero. Prometo, además, que en cuanto me abonen la cantidad citada, yo lo pondré aquí y diré: "Tarde... pero bien hecho". De momento, y aunque podría callarme para no meterme en líos o proteger en algo mi carrera periodístico-literaria, sea eso ahora mismo lo que sea, quiero que quede bien claro mi temor a que lo que de momento es un retraso de dos meses en el pago (se supone que el ingreso llega a los 90 días de la publicación de la reseña) se convierta en una estafa en toda regla.

Obviamente, espero equivocarme. No porque así el mundo vaya a ser un sitio más moral y más justo, sino porque, insisto, necesito pagar mi casa.