jueves, febrero 12, 2009

El desafío: Frost contra Nixon


Como siempre, recomiendo el enlace que viene en Notodo.com, que para eso me pagan, pero por su interés reproduzco aquí la crítica de la película de Ron Howard -aunque yo me empeñé durante un mes y pico en que era de Oliver Stone, vaya usted a saber por qué...-:


Basta con ver Futurama para entender que Nixon no fue un presidente precisamente popular. Tampoco fue un tipo con suerte: su carrera se vio eclipsada por Kennedy en los 60 y el Watergate en los 70. No acertó ni con su muerte: falleció el 22 de abril de 1994, casi a la vez que Kurt Cobain. Nadie se enteró. El Desafío. Frost contra NIxon es la historia de dos hombres con egos descomunales que ansían reconocimiento. Richard Nixon, magistralmente interpretado por Frank Langella, ha sido el hombre más poderoso del mundo, pero se siente despreciado injustamente y busca recomponer su imagen. Necesita que le quieran. Ahí aparece David Frost, un confuso periodista y galán, famoso por sus fiestas, sus novias y sus programas de variedades, pero falto de prestigio profesional. A Nixon le gustaría ser invitado a una de las fiestas de Frost, a Frost le gustaría tener mesa en los restaurantes de Nixon.

El desafío en sí, sin embargo, no resulta demasiado apasionante. Aunque Howard y Peter Morgan –autor de la obra teatral y guionista- presentan dos excelentes personajes y preparan la serie de entrevistas de manera precisa, el clímax nos deja insatisfechos. Si bien en la película se insiste en que “sólo puede ganar uno”, lo cierto es que no se aprecia demasiada competencia por parte de Nixon. Su descalabro resulta demasiado espectacular como para que no pensemos en una rendición. Si Frost tenía talento entrevistando, como insinúa el filme, desde luego no lo demuestra en ningún momento. Además, ya resulta imposible ver a Michael Sheen y no pensar en Tony Blair. El mejor momento de la película llega cuando el acelerado asesor político de Frost exige que las entrevistas sean “el juicio que Nixon nunca tuvo que soportar”, y de paso exige también que no sea declarado inocente. Frost replica que quizás eso le haga parecer más humano y generar compasión entre el público. Eso es exactamente lo que consigue la película. Simpatía por el diablo. Aunque probablemente Howard no sea consciente de ello.