jueves, febrero 19, 2009

La inquietante elegancia de Patricio Barandiaran


Empiezo a temer que en realidad me guste más la música que la gente -la ley de la atracción diría que eso es porque me gusta más la música que yo mismo- y por eso voy solo a los sitios, o no solo, pero al menos sin importarme quién más va a ir.

Por ejemplo, Patricio, de nuevo. Con la ciática a cuestas, recién salido del curro, algo adormilado, pero en primera fila. Segunda fila, más bien. Un agua para el antiinflamatorio, otro para el ansiolítico y ahí apoyado en la mítica columna del Búho Real del lado que da al cantante, justo detrás de unas mesas con familiares y Carlos Jean.

De vez en cuando aparecía por ahí Antonio Resines, aunque no sé si estuvo todo el concierto o no, porque, ya digo, quedaba del otro lado de la columna.

Mi segundo concierto y algunos cambios: sigue siendo un dandy, pero al menos esta vez no va con chaleco. El mismo pelo con flequillo que cae sobre la frente, ideal para poder echárselo para atrás cada dos canciones y la misma excelente banda: Christian Chiloe a la batería y Mario Raya en la guitarra. Eso sí, esta vez,, Patricio se sienta desde el principio frente al teclado y toca.

Por muchas veces que uno le vaya a ver, Patricio sigue siendo desconcertante. Eso no es lo mejor, lo mejor es que desconcierta con una naturalidad pasmosa. No es un tipo que parezca hacer ningún esfuerzo en dar esa imagen o que la esté forzando. Es así. Con su elegancia, sus pantalones ajustados, su extraña manera de cantar, casi como si estuviera exagerando el habla, sus letras que pasan de lo genial a lo absurdo en un solo verso...

A Patricio se le quiere o se le odia, me habían dicho. No sólo eso. Pueden pasar las dos cosas. Puede que te pases dos canciones mirándole con cara de "me estás tomando el pelo" y otras dos reconociendo que el tipo es único y maravilloso. Una cosa sí es cierta: ha conseguido que sea imposible compararle con nadie. A mí se me da un aire "indie" y a veces incluso me recuerda a Nacho Vegas, pero "Me gustas" es claramente poppie y "Contando japonesas" directamente es una obra de arte inclasificable. Canciones de pianista del Toni 2.

Una mezcla de decadencia y modernidad y gafas de neón verde -que ya saben que me encantan- y canciones sobre chicas caramelo y un entusiasmo creciente que desemboca en el propio Patricio interpretando en el escenario y con "interpretar" me refiero a eso: hacer gestos con la mano, ir explicando la canción micrófono en mano, retorcer el cuerpo, poner caras...

Incluso sus parlamentos son inquietantes. Ese punto en el que no sabes si lo que está diciendo es en serio o es en broma o simplemente ha empezado a desvariar o si lo tenía todo planeado así. No sabes nada. No hay por dónde cogerle el punto a este tipo. Simplemente habla, explica, mueve las manos, hace muchos gestos con los ojos -uno de sus puntos fuertes- y se enrolla sin parar mientras sonríe y da la sensación de que le da igual lo que los demás piensen. Lo dicho, un dandy.

Lo dicho, único.

Yo no voy a recomendar que vayan a un concierto de Patricio por lo antes comentado: se le quiere o se le odia y a ver si ustedes van a ir con toda su ilusión y luego me van a echar a mí la bronca. Yo sólo digo que me compré el disco en cuanto dijo que estaba en la barra y que me he pasado la mañana de vuelta de San Fernando contando japonesas y pidiendo a Ana perdón.

Y que ni siquiera me fui a mitad del concierto sino que aguanté bises incluídos. Y que no suele pasar. Al menos cuando voy solo, lo que nos remite al principio de este post...

Foto sacada del Facebook de Patricio Barandiaran