La última vez que hablé de María Blanco vine a decir que estaba bien pero que necesitaba mejorar. Su dominio de la guitarra era limitado. Su simpatía en el escenario a veces derivaba en cierto coleguismo que a mí me resultaba incómodo. Sus composiciones eran buenas, y probablemente mereciera todos los elogios que por entonces –no hace tanto, seis meses- se llevaba por todos lados.
Era la sensación del circuito.
Bien, María progresa adecuadamente. Más que adecuadamente. Los elogios no la han frenado y ha pulido todos esos defectos sin perder un ápice de originalidad, ingenio y una capacidad para hacer melodías y estribillos pegadizos que le auguran un excelente futuro.
Su concierto de este domingo en el Búho Real fue impactante. No sé catalogarlo de otra manera. Una hora de excelente música, variada, excelentemente acompañada al teclado y la guitarra por Txarlie Solano. No recuerdo que en aquel concierto del Trovadicta hubiera teclado y le da un toque interesantísimo a su música.
Sigue siendo simpática, por supuesto. Y tiene un excelente dominio del escenario: sabe cómo manejar la voz y los gestos y las sonrisas y hacer que todo el mundo la adore. Realmente, resulta adorable ahí arriba, tan poca cosa, tan inocente y a la vez con ese punto de fruta prohibida: “Hazme el amor”, “Esto no pasaría”, “Quiéreme, quiéreme”.
Sin embargo, fuera por la seriedad del lugar –el Búho no es el Trovadicta- o por cualquier otra razón, María en ningún momento pareció una niña que se subía ahí arriba a pasárselo bien haciendo bromitas. No. Parecía una música de verdad, una cantante que disfrutaba y transmitía entusiasmo y punto. Ese es el camino.
Las canciones son muy buenas. Casi todas. No sabría decir nombres porque no soy capaz ni de acordarme de los nombres de las de Emite Poqito, pero escuché al menos 10 que merecían la pena. A su edad y con su experiencia eso es formidable. El hecho de que haya mejorado tanto, en tantos niveles desde julio sólo invita al optimismo.
María Blanco ahora ni siquiera es María Blanco, es Mabu. Perdón, Mäbu, con diéresis. El cambio parece algo excéntrico. A mí, María Blanco me gustaba, aunque es cierto que la combinación nombre-apellido en la música de autor pone a alguna gente a la defensiva: ¡dios mío, otro cantautor! No sé. Ella tendrá sus razones y cada uno elige cómo se llama y punto. A mí eso me da igual.
Probablemente, Mâbu –asumámoslo cuanto antes- sea el mayor talento de su generación ahora mismo. Probablemente, sea uno de los mayores talentos del circuito independientemente de la edad. Juzgar a la gente por su edad o por su nombre es ridículo. La música es lo que cuenta: ella lo sabe y está en ello. Y se acerca peligrosamente a la matrícula.