En un cibercafé de la Gran Vía de Les Corts Catalanes, de vuelta de una frustrante visita al Salón del Libro en la Fira de Barcelona. Frustrante por lo caótico del salón, la gran cantidad de niños sueltos y peligrosos y la redundancia de un montón de libros institucionales y pocas librerías más o menos vacías en las que olisquear libros nuevos.
De mi libro, no hay noticias nuevas. La librería Excellence anuncia la presentación de Guillermo Aguilar el próximo martes. Sandra y yo tuvimos que explicarles que había un error. No creo que sea un error vital, pero si uno tiene un apellido que le sirva para algo.
Por la noche, cena en casa de Lalita, con David Grau, Olga, Ana, Raúl y dos niños deliciosos llamados David y Lucía, los nombres de los niños que yo tendría si realmente me apellidara Aguilar. Una gente realmente formidable, amabilísima, con tortilla de patatas incluida. Discusiones sobre la música, la simpatía, la prensa y Joaquín Sabina, todo en un pequeño batiburrillo. Propuestas de whisky que quedan aparcadas porque salir a las 11 del hotel y recorrerse la ciudad acaba pasando factura.
Viaje en coche de vuelta, cortesía de David y Olga. Gente por la que merece la pena hacer esta clase de viajes inesperadas, todo el mundo parece preguntar: "¿por qué te quedas tantos días?". Supongo que para hacer esta clase de cosas con tranquilidad.
Esta tarde, Beatrix Kidoo, quizás Verónica Puertollano (si la localizo) y, si no, me iré al cine a ver "Rec". Dice mi madre que Manuela Velasco está hecha una estrella, entrevistas por todos lados. Me alegro por ella. Se lo merece.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 14 horas