domingo, mayo 12, 2013

El 15-M fue el 15-M


El 15-M fue eso: el 15-M. 15 de mayo de 2011. Una manifestación que deriva en Sol con algunos incidentes aislados, no demasiado numerosa y tras la cual algunos organizadores y manifestantes deciden quedarse a pasar la noche en forma de protesta por sus compañeros detenidos. Y cuando les echan, vuelven al día siguiente. Y cuando vuelven a echarles, vuelven por tercer día y empiezan a dar esa sensación de que no tienen nada que perder y eso ya es algo extraño. Para mi generación es extraño porque siempre hemos estado obsesionados con lo que teníamos que perder sin darnos cuenta de que básicamente lo que teníamos que perder era lo de nuestros padres, porque nosotros teníamos más bien poco.

Así que a la tercera noche, ya no se quedan unos cuantos locos a protestar por nada concreto sino que nos quedamos varios cientos de personas para hablar. Esto suena raro dos años después, pero fue así. Nos quedamos a hablar, a repartirnos en grupos y debatir sobre lo que nos estaba pasando. No éramos perroflautas, claro que no, éramos la clase media de este país, los hijos de la clase media de este país que se venía abajo. Éramos los licenciados, los doctorados, los chicos de los fines de semana en la Sierra, los que si hubiéramos vivido veinte o treinta años atrás, seríamos unos pijos, pero ahora no lo somos. Y nos jode. Porque no es que no tengamos para una segunda residencia es que no tenemos para una primera y no es que nos vaya a costar buscarle una educación a nuestros hijos es que nos costaría incluso darles de comer.

Por eso no tenemos. O lo retrasamos todo hasta el último momento, hasta los 30, los 35, casi los 40, cuando casi ya no hay marcha atrás.

Y ahí, hablando, te dabas cuenta de que no estabas solo y era una novedad porque el mensaje que habías mamado desde los 17 años, desde la primera ETT, era "da gracias por las migajas". Ese era el mensaje en todos lados o así lo interpretábamos, y ahí estábamos nosotros, de repente: sin preguntar a nadie qué votaba o cuál era su ideología, más bien hablando de que esto no podía seguir así y que tendrían que escucharnos. Primero nosotros, el uno al otro. Luego los demás... Y lo sorprendente es que lo hicieron. Les costó una barbaridad, porque los medios de comunicación, los políticos, la opinión pública vive de no escuchar. Si escucharan no podrían repetir todo el rato el mismo discurso porque sabrían que ya lo ha dicho alguien antes y no podrían elogiar o condenar en 59 segundos, que es lo que la televisión pública considera el tiempo máximo para discutir con sentido sobre un tema.

Estábamos en la puta calle, que diría Fallarás, y nos gustaba. Nos gustaba la idea de estar en la puta calle, precisamente porque no habíamos estado nunca. Por supuesto que la acampada del 15-M (cuando yo hablo del 15-M hablo de la acampada de Sol y otros hablarán de la de Plaza de Cataluña o la que sea, no hago más metafísica) no era revolucionaria. Era de todo menos revolucionaria. La mayoría queríamos volver a lo de antes, a nuestra vida feliz llena de promesas y recompensas: estudio-carrera-trabajo-sueldo digno-matrimonio-primera casa-primer hijo- segundo hijo-segunda casa- jubilación dorada en Marina D´or, qué guay.

El 15-M fue una terapia de grupo en la que por primera vez los antisistema nos escuchaban a los burgueses y los burgueses escuchábamos a los antisistema y, ¿saben una cosa? Nos gustaba. Si íbamos a Sol todas las mañanas, todas las tardes, no era para abatir el sistema, acabar con las libertades, utilizar técnicas etarras... si íbamos a Sol era porque nos divertíamos. Sí, nos divertíamos, la palabra prohibida porque remite a los 60 y te aleja de la teoría política. Digámoslo claro: en Sol nos divertíamos, la gente era ingeniosa, inteligente, te sentías importante. Necesitábamos sentirnos importante y copar portadas porque nunca lo habíamos hecho, como mucho habíamos trabajado de becarios en el periódico que sacaba esa portada, donde un sesudo analista intentaba descifrar lo que estaba pasando sin enterarse de nada.

Era maravilloso ver que no se enteraban de nada. Una satisfacción enorme. Nadie sabía lo que estábamos haciendo porque nosotros no lo sabíamos y todo el mundo gritaba: "¡Hay que saber lo que estamos haciendo, hay que redactar manifiestos, hay que formar partidos políticos!" pero eso no tenía sentido porque si estábamos en Sol era precisamente porque no se podían formar partidos políticos. Porque no puedo formar un partido político sin un apoyo económico descomunal que nadie me va a dar y sin presencia en medios. Porque no puedo entrar en un partido político y esperar que me escuchen sin más, eso no funciona así. No digo que me hagan caso, digo que me escuchen. ¿En qué partido me escucharían, desde dónde podríamos canalizar la rabia, como pedían?

Así que la rabia se canalizó en la estética. Si el 15-M gustó fue porque fue una cosa bonita. Así de sencillo. Chicos y chicas guapas, jóvenes, de repente felices, que no molestaban a nadie. Tiendas Quechua y fotógrafos con películas en blanco y negro. Era bonito, divertido y excitante. Recuerdo a mi padre paseando con su carpeta, recién salido del logopeda tras su ictus, con cara de perdido y de emocionado a la vez, buscando sin duda la revolución que él había querido encabezar 40 años antes... pero sin encontrarla, claro, porque, insisto, no había revolución. La revolución era simplemente la sorpresa, la sorpresa de que contáramos para alguien, de que Arcadi Espada tuviera que molestarse en dedicarnos una columnita displicente y acusarnos de llorones, que Sostres tuviera que dejar de comer por un momento para insultarnos desde su púlpito. Al menos les dimos un poco de guerra. Estuvo bien.

A mí, por ejemplo, me vino de maravilla. Yo lloraba hablando del 15-M como lloré de post-adolescente leyendo "El Principito" y aquí les doy la oportunidad de que digan "ah, es el típico sensiblero de lloro-con-el-principito-y-coloco-claveles-en-los-tanques". Pero no. Yo soy frío. Y racional. Y calculador. Y mi estética ni siquiera era la suya, pero, insisto, me divertía, y trataba de explicarla e  incluso me reuní con Ymelda Navajo para publicar un libro pero supongo que no le gustó el enfoque del libro o adelantó que el 15-M no era un movimiento de libros, que no era un movimiento siquiera, era algo más bien estático, de asamblea siempre bloqueada, una terapia de grupo diaria que se agotaba en sí misma pero que no por eso dejaba de ser eficaz.

Uno no va al psicólogo con la esperanza de tener que ir el resto de su vida. No. Uno va al psicólogo con la esperanza de no tener que volver, de ser capaz de canalizar sus frustraciones y sus miedos a su manera. Va para ganar seguridad, para afrontar de manera individual los retos que van apareciendo. Eso fue para mí el 15-M y no sé lo que fue para los demás. Fue un tratamiento, un tratamiento maravilloso. Pero para que tenga sentido tiene que quedar atrás, tiene que seguir cumpliendo su función como método y no como recurso constante. El valor de hacer las cosas, el valor de escucharse, el valor de aprender, el valor de desafiar en su justa medida. Es curioso porque, para muchos, el 15-M fue poco menos que una muestra de vandalismo pero para mí era algo kantiano, ilustrado. Sapere aude. Y juzgarlo por sus resultados, como si fuera un entrenador de moda, por sus descendientes, por sus cambios, por su revolución, es absurdo y frustrante, nos devuelve al 14-M, al día que cumplí 34 años. Es lo mismo que hacen ellos cuando deciden si un país funciona bien o mal por los datos de su macroeconomía y no por las necesidades de sus ciudadanos.

El 15-M ya no existe. Pasó. Pero nosotros sí seguimos ahí y podemos hacer por cambiar las cosas si creemos que merece la pena. Con cuidado, porque esa tentación del "nosotros", de la tribu, es fuerte, pero un "nosotros" sin un "yo" no es precisamente una revolución, es un partido político. Dejémonos de metafísicas y recordemos con cariño. Y a partir del cariño, de la experiencia, intentémoslo. Como podáis. O al menos mirémonos al espejo cada mañana con orgullo, eso es todo. All hail to the thief, but I´m not, de eso se trata.

Uno no puede dejar escrito: "Dormíamos. Despertamos" y seguir viviendo pendiente del despertador, así que habrá que hacerlo solos. Sin eslogans. Sin banderas. No nos vamos.

Si quieres leer más sobre el 15-M, puedes comprar por un euro mi libro "Del 15-M al 13-J, 29 días de Spanish Revolution", publicado por Sigueleyendo, en este enlace.