viernes, mayo 24, 2013

Desequilibrio subjetivo



Estaba pensando en qué grupo era el que más me había influido en mi vida y he acabado optando por los Beatles. La decepción ha sido enorme. Yo aspiraba a algo más, algo parecido a Nirvana, los Pixies, Radiohead o, sobre todo, Blur, porque este viernes estaré viéndolos en el Primavera Sound, pero no, el puto Paul McCartney una y otra vez.

Lo estaba pensando en la estación de Tribunal. Podría contar mi vida uniendo escaleras de la estación de Tribunal, especialmente las que no funcionan. Eran las nueve de la noche aproximadamente y lo más probable parecía que me acabara cayendo en cualquier momento, caminando como un zombi por el andén, libro y DVD en la mano junto a un montón de redacciones por corregir y una hoja en la que detallo brevemente la organización de clases de la semana.

Lo bueno: no me caí. Lo malo: estuve a punto. Empieza a ser demasiado habitual pero mi neurólogo no le da importancia. "Desequilibrio subjetivo", lo llama, como si lo subjetivo no tuviera peligro alguno. Justo acabo de terminar un artículo sobre el infinito desprecio que hay en determinados ámbitos por lo subjetivo, lo concreto, lo individual. Tiene sentido por el exceso de historias concretas que nos ha dado el siglo XX y especialmente el XXI con la llegada de Internet, esa sensación de que estás todo el rato en la habitación de todo el mundo, mirando su corcho con fotos pegadas, los santuarios de la adolescencia.

En cualquier caso, el diagnóstico me sirve para creerme que, efectivamente, el mareo subjetivo no es tan grave y que cuando sea objetivo -es decir, cuando alguien desde fuera me vea darme de morros contra un peldaño- pues ya me daré cuenta y no necesitaré un médico que me diga nada. Aguanto unas paradas contra la pared del vagón y me bajo en Atocha, como los grandes. Después, voy andando a casa intentando mantenerme recto y la cosa acaba con dos clásicos en el iPod: "Da,da,da", en versión de Elastica y el "Beetlebum" de Blur, lo que nos lleva de nuevo al viaje de mañana -probablemente hoy para cuando lea esto-, la ilusión del AVE y el NH Numancia y todo lo que es Barcelona en general, es decir, la decadencia de las Ramblas y las calles en permanente octágono, el Port Vell y los recuerdos de chicas indecisas en pasos de cebra del Barrio de Gràcia.

Estoy tan cansado que no sé si me apetece. Estoy tan cansado que creo que me voy a caer en cualquier lado, pero estar cansado es subjetivo y por lo tanto no importa. Una de las frases que hemos repasado hoy en clase decía "Ten cuidado con lo que finges ser porque eres lo que finges ser". El autor creo que era Kurt Vonnegut. Me extrañó muchísimo leer algo de Kurt Vonnegut en un método de inglés para adulto, pero alguien debió de pensar con razón que la frase era maravillosa. Ser lo que uno finge ser, ¿es objetivo o subjetivo? No lo sé. Supongo que son cosas que no te planteas cuando no tienes fuerzas para fingir nada, es decir, cuando el filtro se esfuma y todo son peleas absurdas por cualquier cosa y una tensión insoportable por la necesidad de saltar ante cualquier comentario ajeno.

Así que voy a ver si abrazo un poco a la Chica Diploma, que está dormida en el cuarto de al lado, sigo leyendo mi libro sobre ECM, un vicio como otro cualquiera, y me voy a la COPE, que hoy me toca hablar de los Doors, un grupo que no ha influido absolutamente nada en mi vida pero que puedo fingir perfectamente que lo ha hecho si es preciso. Sin que nadie se dé cuenta porque al fin y al cabo de eso se trata.