Jueves, 23 de julio de 1987. Pedro Delgado
llega exhausto a la meta de La Plagne, tirando de riñones y enfundado
en su jersey amarillo. Instintivamente, mira hacia atrás: la última
referencia que conocemos, a 5 kilómetros de la llegada, habla de un
minuto de diferencia sobre Stephen Roche. Un minuto es
exactamente lo que necesita Perico para afrontar con garantías la
contrarreloj de Dijon, pero las sensaciones no son buenas: en los
últimos dos kilómetros, el español ha agarrado algo parecido a una
“pájara”: Fabio Parra le ha adelantado sin problemas
cuando también andaba a unos 45” pocos metros antes y ha acabado la
etapa con dieciocho segundos de ventaja sobre el segoviano.
En el pódium ya se prepara Laurent Fignon, ganador de la etapa en un sprint larguísimo contra Anselmo Fuerte,
que golpea con rabia su manillar, harto de repetir segundos puestos en
las etapas alpinas de un Tour completamente loco, sin duda el más
emocionante en muchos años, el más abierto tras la retirada de Hinault y la baja de Greg LeMond
por su accidente de caza. Delgado tiene 25” de ventaja en la general
sobre el irlandés y quizá la necesidad le ha hecho precipitarse con ese
ataque a 15 kilómetros de la cima. La necesidad y la adrenalina, después
de perseguir durante más de una hora y media al grupo de Roche,
escapado en un falso llano con un grupo del que tiraban como locos dos
ciclistas de Fagor —el español Pedro Muñoz entre ellos—. Fagor , precisamente, sería el siguiente equipo del irlandés, harto ya de las guerras internas con Visentini en el Carrera.
Perico
mira hacia atrás y junto a él media España. Es la primera vez desde
1973 que un español tiene verdaderas opciones de ganar el Tour. Antes de
él solo quedan los imponentes nombres de Federico Martín Bahamontes y Luis Ocaña.
No ha dado tiempo casi a poner el cronómetro en marcha cuando vemos a
Stephen Roche tomar la curva y acercarse a la rueda de Delgado. Tras una
aceleración descomunal y agónica a la vez consigue llegar con solo
cuatro segundos de desventaja, que serán catorce por una pequeña sanción
que los jueces le impondrán por avituallamiento indebido.
El
palo es enorme. Los aficionados se tiran de los pelos mientras Roche se
lanza al suelo, la mirada perdida, pidiendo oxígeno. Sabe que ha ganado
medio Tour de Francia, que su experiencia como rodador y
contrarrelojista le darán en Dijon lo que lleva tres semanas acechando.
Con todo, en el PDM, el equipo de Perico, todavía apelan al milagro. Ha
sido un Tour de exhibiciones y desfondamientos continuos. Los tiempos
anteriores a la EPO. Aquí, los burros son burros y los caballos de
carrera son caballos de carrera… y ni siquiera todos los días. Un Tour
loco, completamente incontrolable, que empezó en Berlin el 1 de julio
con un pequeño prólogo y acabará veinticinco días más tarde en París,
como cada año. El mejor Tour que he visto en mi vida. Un Tour
generacional, hasta cierto punto, y el primero de los tres que pudo
ganar Delgado.
Los favoritos de un Tour sin favoritos
En
la línea de salida de Berlín se dan cita varios favoritos pero pocos
campeones. Ahí está Fignon, tratando de volver a los tiempos de
esplendor del Peugeot de Cyrille Guimard, con el que
ganara los Tours de 1983 y 1984 antes de que las lesiones y una vida muy
disipada le alejaran de los primeros puestos de la clasificación. Las
otras dos grandes esperanzas francesas son dos jóvenes prometedores: Jean-François Bernard, del Toshiba, y Charly Mottet,
combativo corredor del System U, compañero de equipo de Fignon. Junto a
ellos, un reguero de ciclistas con méritos suficientes pero que dejan
dudas: Sean Kelly lleva años metido en el top 10 de
Vuelta y Tour, pero sin dar el paso necesario en las etapas de montaña…
justo lo contrario de lo que le pasa a Lucho Herrera,
flamante vencedor de la Vuelta a España de ese año, pero cuyas
prestaciones contra el reloj le dejan fuera de las quinielas al triunfo.
Hampsten y Alcalá, del 7-Eleven, pueden ser amenazas puntuales y tampoco hay que descartar de entrada ni a Urs Zimmerman ni al jovencísimo Erik Breukink
ni mucho menos al otro gran colombiano, Fabio Parra, algo mejor
contrarrelojista que Herrera aunque menos espectacular en las cumbres.
La “Armada española” presenta una participación de lujo: hasta cinco equipos empiezan el Tour con distintas expectativas...
Sigue leyendo el artículo sobre el Tour de 1987, el que se decidió en la última contrarreloj de Dijon con Perico Delgado de amarillo intentando parar a Stephen Roche, gratuitamente, en la revista JotDown