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El dopaje en el ciclismo español más allá de Lance Armstrong
Como probablemente sabrán, la Agencia
Antidopaje de los Estados Unidos ha publicado recientemente su pliego
razonado contra Lance Armstrong en el que basará su petición a la UCI
para que desposea al americano de sus siete Tours y de cualquier
victoria que haya conseguido como profesional entre 1997 y 2011, año de
su retirada. El tratamiento de la noticia ha sido equívoco, como es
habitual, demasiado suave en mi opinión. Efectivamente, la USADA —que
hace poco más que confirmar con más testimonios cruzados y pruebas en
forma de pagos en cuenta lo que Tyler Hamilton ya contaba en su reciente
libro “La carrera secreta”- acusa a Lance Armstrong porque era el
objeto de acusación, pero considerar que esto solo afecta al tejano es
un error enorme.
Todo el proceso, todas las confesiones apuntan mucho más allá. “La
organización de dopaje masivo más importante de la historia del deporte”
no es solo un tío tomando EPO y dándosela a Livingstone, Hincapié,
Leipheimer o el citado Hamilton. Es la organización de un equipo, el US
Postal, con dos médicos españoles —Celaya y luego Del Moral- un
preparador físico —Pepe Martí- y un director deportivo que estuvo en la
ONCE, Johan Bruyneel, y que no tenía problema a la hora de aplicar en su
equipo lo que Michele Ferrari diseñara en su laboratorio italiano.
Contar todo eso y no mencionar a un solo ciclista español, como viene
haciendo la prensa patria, es un ejercicio de malabarismo realmente
entrañable. Dentro del núcleo duro del US Postal y posteriormente el
Discovery Channel encontramos a algunos de los corredores más
importantes de principios de siglo: Roberto Heras, que ganó dos Vueltas a
España con el equipo de Armstrong y le quitaron una tercera… por dar
positivo; Manolo Beltrán, que dio positivo también por EPO en 2008, en
la primera etapa del Tour de Francia. ¡La primera etapa!; Isidro Noval y
José Luis Rubiera, que nunca dieron positivo a lo largo de su extensa
carrera pero que, en el caso de Rubiera, se insinúa por parte de
Hamilton que tomaba EPO regularmente como todo el “Equipo A” que tenía
que guiar a Lance por los Pirineos y los Alpes.
La presunción de inocencia hay que respetarla, por supuesto, pero,
¿de verdad no merece la pena hacer una investigación similar en España?
Algo que vaya más allá de la Operación Puerto, que probablemente quede
en nada al no ser el dopaje delito en nuestro país. Heras y Rubiera
venían del Kelme de Eufemiano Fuentes, Hamilton se fue al Phonak de
Álvaro Pino, justo cuando decidió contactar con Fuentes para organizar
sus rutinas de dopaje reconocido… Es más, y esto es entrar en terrenos
pantanosos: con Fuentes también trabajaba Alejandro Valverde, sancionado
por dos años por encontrar sangre con su ADN en la nevera de Eufemiano y
según la USADA se considera probado que las siglas A.C. corresponden a
Alberto Contador, también positivo en 2010 por clembuterol en el Tour de
Francia, justo después de la jornada de descanso, donde, según
Hamilton, los equipos aprovechaban para realizar las autotransfusiones de sangre previamente congelada.
Todo esto hay que investigarlo y probarlo, pero… ¿Por qué nadie lo
intenta? Sí, estuvo aquella cosa de Manzano, un pobre hombre, un
jornalero que se cargó su carrera por cargar contra la omertá,
pero quizás algún periodista experto querría atar algunos cabos:
Contador empezó su carrera en la ONCE, con Manolo Saiz, detenido en su
momento junto a Fuentes, siguió en el Discovery Channel, que mantenía la
estructura —y entendemos, aunque no podemos asegurarlo, los métodos-
del US Postal y prosiguió en el Astaná, directamente junto a Bruyneel y
Armstrong. Un Armstrong que, a sus 38 años, y después de cuatro años sin
disputar la carrera, acabó tercero como si nada. Al año siguiente,
Contador da positivo, aún en el Astaná, dirigido en la sombra y ahora ya
desde el coche, por Alexander Vinokourov, otro hombre suspendido por
dopaje.
¿No hay nada que contar ahí? Cuando vemos que Contador y Valverde se
disputan la Vuelta a España y ambos se reivindican como víctimas de la
paranoia extranjera y el manido “odio a los triunfos españoles”, ¿no hay
nada que nos pueda hacer sospechar, aunque solo sea eso? No sé, por
ejemplo, que Pepe Martí, el mismo que está encausado como pieza clave
del engranaje de doping masivo de Armstrong, fuera el preparador
personal de Contador en toda su etapa en Astaná y posteriormente lo
fuera a ser en Saxo Bank, ¿no invita a pensar nada raro?
Si Armstrong era un matón que imponía el dopaje a sus compañeros y
sabemos que en 2009 pagaba aún a Michele Ferrari por su “asesoramiento”
mientras Bruyneel dirigía el equipo en el que corrían Contador y él
—junto a Klöden o Leipheimer, reconocidos dopados en su carrera
ciclista-, ¿cómo podemos saber que esa misma ley del más fuerte no se
impuso ese año en todo el equipo? Investigar todo eso es necesario.
Primero, porque puede resultar que nuestros ídolos, nuestras estrellas
multiganadoras de Tours, Giros y Vueltas, efectivamente, como claman una
y otra vez, siempre hayan estado limpios. Segundo, porque si no lo
estaban y ganaban entonces, queda raro que cuando vuelven de la nada,
dos años después, sigan ganando.
Pensar que todos los ciclistas se dopan es absurdo. Pensar que los
ganadores no lo hacen empieza a parecer complicado. Que se investigue.
En serio. En España están pasando cosas demasiado raras como para que
luego vayamos a hacer el ridículo cada cuatro años pidiendo Juegos
Olímpicos. Empecemos de cero, pero empecemos cuanto antes. Con nombres y
apellidos, por favor. Que la omertà del pelotón no pase a las redacciones.
Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"