lunes, abril 11, 2011

Sin balas


Al final de la función, Elena y Cristina salen a la puerta del teatro, enfundadas en algo que parece un albornoz, empapadas en sudor y con una cara de agotamiento total para saludar a todos los que se van. Si se piensa, incluso este último movimiento es estresante, porque hay que estar ahí antes de que la gente se empiece a ir y la gente tiende a empezarse a ir con mucha rapidez, así que nada más acabar la última ráfaga de aplausos y ver que las luces se encienden ya hay que limpiarse el sudor, ponerse los albornoces y salir a dar las gracias y saludar. Corre, Dallas, corre.

A mí me parece un detalle precioso, un detalle que ni siquiera yo tengo cuando acabo un Fuera de Contexto. Sí, me quedo ahí a recibir los elogios como mi ego demanda, pero no doy las gracias más que desde lo alto del escenario, un amante de las distancias medias.

Cristina y Elena, no. Cristina baja, eufórica y espídica, un poco como es ella, abrazándose a la gente conocida y a la menos conocida. No sé en qué grupo encajo. Recuerdo la sensación: marzo de 1993, representamos Macbeth en el salón de actos del instituto. No era una obra de colegio sin más, sino una producción en toda regla. El salón de actos del Ramiro de Maeztu es más grande que el Alfil, por poner un ejemplo. Recuerdo la euforia descontrolada cuando la obra salía bien y cómo todos nos besábamos, nos abrazábamos y cantábamos Kalinka en un restaurante ruso.

Algo así es Cristina, cansancio camuflado en el entusiasmo. Algo así es Elena, aunque en su caso el cansancio se disimula mal porque es extremo. Así lo dice: "No puedo más, estoy agotada", y, sí, sonríe, como buena cómica, de las de antes, pero se ve que está al límite, "al borde del mareo", reconoce un poco más tarde.

Son las secuelas de "Sin balas", su disparatada comedia basada en el Oeste americano. Una obra con referencias claras y en la que uno se puede perder fácilmente, supongo. Yo no, pero es que yo pasé mi infancia en Santander viendo películas de Lee Van Cliff y Clint Eastwood y eso ayuda mucho a la hora de entender los contextos. Una obra ingeniosa, brillante en ocasiones, aunque con bajones, claro, como casi todo. A Cristina y a Elena ya las había visto en "En ocasiones veo armarios" pero aquello era otra cosa: más íntimo, para empezar, un poco más tranquilo, también.

"Sin balas", no. "Sin balas" es un derroche de actuación y de energía. Yo creo que el texto es irreprochable pero admito que a alguien no se lo parezca. Lo que no admito es crítica alguna a las dos actrices y no es una cuestión de fanatismo. Yo no soy el admirador secreto que va con flores al camerino, tengan eso bien claro. Si no fueran buenas, no diría que son buenas. O al menos no lo diría dos veces, sería ridículo. Me gusta cómo juegan entre sí y cómo juegan con el público y cómo sacan partido del libreto a base de guiños, como si lo hubiera escrito cualquier otra persona y ellas estuvieran ahí, descifrándolo a la vez que interpretándolo.

En la copa posterior -el vino posterior-, hablamos de la posibilidad de que solo los hombres y especialmente los hombres de 30 en adelante pillen de verdad algunos de los chistes. Pillen el contexto. No todo el mundo se ha criado viendo westerns y desde luego no todo el mundo tiene esa obligación. No lo sé. En rigor, por supuesto, la obra no es un western sino una comedia, una parodia, y las parodias, mal que bien, todos las reconocemos, incluso las de géneros que nos son ajenos.

Ni idea. Cristina sigue eufórica y dando las gracias a los que quedamos. Es una chica que no se cansa de dar las gracias y eso está bien. Elena se ha ido a casa a descansar un poco, al día siguiente tiene rodaje. María y Andrea, mis acompañantes, se han ido a ver una película, siguiendo su instinto esponja que yo tanto admiro. Básicamente, en este momento, yo admiro a María, a Andrea Trepat y a Alberto Ammann. En ocasiones, también a Enrique Iglesias. De hecho, olvídense de todo lo anterior: yo lo que quería decir aquí porque no me atrevía en mi Twitter es que, en líneas generales, y supongo que con algunos matices, no me importaría tener la vida de Enrique Iglesias. Eso es todo.