El Barcelona ha basado su hegemonía –sí, han leído bien- de los últimos tres años en dos conceptos clave: la intensidad en la recuperación y la colocación en el campo. Cada jugador sabe dónde están sus compañeros y es capaz de presionar al rival en pequeños esfuerzos de 10-15 metros que acaban siendo decisivos.
Ante el Osasuna no vimos nada de eso. Era de prever nada más salir la alineación: Mascherano no es central, Milito está para pocos trotes, Thiago es demasiado joven a pesar de los numerosos elogios que ha recibido y Afellay no es que juegue mal ni bien, simplemente no sabe a lo que juega. Es la diferencia, por ejemplo, con Jeffren, que sí leyó perfectamente el partido y la aportación que de él se exigía. Otra cosa fue la eficacia, que dejó bastante que desear excepto en el centro que acabó con el 1-0 de Villa.
Resumiendo, el partido del Barça fue un desastre y el Osasuna tampoco hizo mucho por mejorarlo. De haber presionado más arriba, de haber tenido un mínimo de fe, probablemente los navarros hubieran pescado algo en el Camp Nou, pero no fue el caso. El Barcelona estaba “groggy” en lo mental y en lo físico, sin poder determinar aún qué va primero, si el huevo o la gallina: lentitud exasperante en el pase, nula lectura del juego de ataque y los clásicos problemas para defender las segundas jugadas tras balones bombeados.
A eso añadan la lesión de Milito y la de Maxwell, lo que deja al Barcelona sin centrales ni laterales izquierdos. Imposible saber qué inventará Guardiola para la Champions, pero ahora mismo las bajas son cinco: las dos mencionadas más las conocidas de Adriano, Puyol y Abidal. Fontàs, ni está ni se le espera, aún sin tener muy claro por qué.
La única buena noticia fue la victoria y, de nuevo, no se puede decir que fuera inmerecida, por la poca ambición de Osasuna, pero la incapacidad del Barça para llegar al área local fue muy preocupante. Que eso te pase ante todo un Real Madrid en la primera parte de una final de Copa puede tener una explicación. Que te pase en tu campo ante un equipo a dos puntos del descenso no tiene ninguna lógica. Los de Pep no crearon peligro con los suplentes y no lo crearon cuando tuvieron que entrar Xavi, Iniesta y Messi.
El juego apenas mejoró, si bien es cierto que ahí hay que reconocer que al poco los locales tuvieron que jugar con 10 por la lesión de Maxwell. Thiago, inadvertido. Iniesta, ofuscado. Afellay, completamente perdido… ante todo esto, el Barça salvó el partido con una descomunal actuación de Mascherano y Keita, fallón pero omnipresente. El malí jugó de interior, de pivote, de extremo y en ocasiones incluso de central para facilitar la caída de Mascherano a la izquierda cuando se vio que Maxwell no podía seguir.
La duda está clara: ¿está fundido físicamente el Barcelona? Si no lo está, lo parece. Insisto, no sé si el tema físico está por encima del mental o es al revés, pero el Barça juega andando, cansado, a regañadientes. Ni rastro del equipo que disfrutaba jugando al fútbol hace unos meses. Incluso Messi marca su 50º gol de la temporada y apenas celebra, más bien resopla.
Siete puntos separan a los azulgrana de la liga. Teniendo en cuenta que sus rivales serán Real Sociedad, Espanyol, Levante, Deportivo y Málaga, parece imposible que se escape el título. Como bien dice Guardiola y más viendo el verdadero nivel del Real Madrid, un equipo descomunal con posiblemente la mejor plantilla de la historia del fútbol, ganar la liga ya sería un éxito. Sin embargo, la gente quiere más: quiere la Champions.
No sabemos si el equipo tiene ese punto extra para dar una última alegría, un último esfuerzo. La combinación de una plantilla corta, una plaga de lesiones y la evidente falta de confianza en determinados jugadores parece haber resultado letal. Nunca se sabe. Por si acaso, no hagan pronósticos. No suelen servir de nada.