viernes, julio 11, 2008

María Blanco y la generación que viene


Hasta cierto punto, la música es un rito de apareamiento. Hasta cierto punto, insisto. Uno ve roles reflejados sobre el escenario: los chicos divertidos que intentan hacer reír a las chicas, los profundos que complican las letras con imágenes imposibles y a menudo repetitivas -son la mayoría- y las chicas, que generalmente optan por un coqueteo simple, divertido, sonriente...

De ahí que en los últimos años la canción femenina haya triunfado de esa manera: a la gente, la simplicidad le gusta.

Decía un músico anónimo -anónimo para ustedes, que él bien sabe quién es- que el objetivo de todo concierto es "que, cuando acabe, todos los tíos quieran ser tus amigos y todas las tías se quieran acostar contigo". Hablamos de objetivos, no de realidades. Hay en los conciertos de María Blanco una mezcla de todo esto: hay simplicidad, mucha simplicidad. Hay coqueteo y sonrisas, y mucha juventud y entusiasmo. Hay esa sensación cómplice que hace que todas las chicas acaben enternecidas, abrazándola como una amiga más y todos los chicos... pues ya saben.

Eso, por supuesto, es una bendición. Miren, hay cosas que se tienen y cosas que se pueden aprender. María tiene muchas cosas: de entrada, una voz impresionante, después, unas composiciones sencillas, que no abruman. También tiene una sonrisa y un desparpajo que conectan con todo el mundo: eso tapa algunos posibles defectos y ayuda a cautivar al espectador. Todas estas cosas son muy difíciles de aprender. O se tienen o no. María no da la sensación de querer abrumarte cuando se sube al escenario, pero lo consigue. Es un primer paso.

Luego, están las cosas que hay que aprender. Las cosas que a uno le dan cierto miedo, aunque, viniendo de familia de músicos, seguro que las acaba aprendiendo: la simpatía, la juventud, la belleza, la sencillez, el coqueteo... tienen que ser el envoltorio de un gran producto. María, por razones lógicas -tiene 20 años, no lo olvidemos- aún no tiene ese gran producto detrás. Grandes canciones. Tiene intuiciones fantásticas y uno se puede pasar el día siguiente a su concierto tarareando "Quiéreme, quiéreme" sin parar, pero es obvio que le falta habilidad con la guitarra, variedad en las melodías y un poco más de ingenio en las letras.

Eso no es un problema, ya digo. Sería un problema si toda esta avalancha de críticas "qué buena es María Blanco" la cegaran y no la dejaran ver lo que sí se puede aprender con tiempo, dedicación y oficio, de manera que al final María sea absolutamente maravillosa y no sólo encantadora.

¿Lo conseguirá? Todo apunta a que sí. Ya lo he dicho: la chica es un diamante en bruto. Hace falta mucho trabajo todavía, pero no hay más que verla para darse cuenta de que está entusiasmada. Como se puede deducir del nombre de este blog, a mí lo sencillo, lo simple, lo pequeño siempre me va a gustar más que lo aparatoso, lo rimbombante, lo ambicioso... Me parece que va por buen camino. Me lo pasé muy bien en su concierto, con la actuación de Alfon, Alberto de Paz, Muñeco Martín, Juanan Herrera...

Hay una generación ahí, sin un líder aún definido. Tienen que tener claras dos cosas: 1) tienen que divertirse. Si no se divierten con 20 años no se van a divertir nunca y 2) con divertirse sólo, si realmente les gusta la música, no vale. Tienen que trabajar mucho. Componer mucho. Escuchar mucha música. Escucharse a sí mismos. No sólo tocar por tocar sino tocar porque tienes algo que contar. No perderse en el mundillo o el circuito o como se le quiera llamar. Sólo aprovechar las cosas divertidas, ya digo.

En ese sentido, Luis Ramiro y Marwan, por poner dos ejemplos que conozco, tienen que ser sus referencias: llenan salas, tienen amigos, conocen más o menos chicas pero sobre todo, cada día, se sientan a componer y a mejorar. Eso es lo que cuenta.

Es hora de aprender y aprender puede ser una cosa entusiasmante si a uno le gusta lo que aprende. Para todos. Para María Blanco, también. Alumna aventajada, eso sí.