Salgo de casa eufórico. Creo que por fin he escrito algo que se parece a "La fugaz vida feliz de Francis Macomber" y si me dediqué a ser escritor probablemente fuera sólo para eso, así que, en cierto modo, ya puedo descansar. Me meto el DVD de "Manhattan" en el bolsillo derecho del abrigo y "No es país para viejos" de Cormac McCarthy en el izquierdo. Compro una botella de agua en un chino -estoy a dieta, quiero adelgazar- y me pongo a andar para hacer algo de ejercicio.
Bajo La Palma hasta Noviciado, luego subo Noviciado y giro y cojo el metro de Plaza de España y saco el libro y me pongo a leer, la botella de agua entre las piernas para que no se caiga, en equilibrio inestable. Paso Príncipe Pío, Lago, Batán, Casa de Campo... hasta llegar a Puerta del Sur. Allí hago trasbordo y cojo el MetroSur hasta Casa del Reloj.
Descubro que me estoy haciendo pis así que acelero el ritmo. La Cubierta de Leganés queda a mi derecha mientras bajo por la calle Maestro y un grupo de chicas vestidas de azul supermercado invaden la acera con sus puestos de publicidad. Esquivo. Descubro que la pista de tenis que pilla de camino no es de tierra batida sino que es de cemento pintado como si fuera tierra batida, llego a la DAT, pregunto en personal y me dan dos papeles: el nombramiento de mi sustitución en Parla y el cese, exactamente 33 días después. También me indican el camino hacia el baño. A la salida, compro otra botella en una máquina expendedora.
De Casa del Reloj voy a Leganés Central. Subo las escaleras, compro un billete de Cercanías y cojo el tren que va Móstoles/El Soto pero pasa por Villaverde, Orcasitas y Méndez Álvaro. Allí me vuelvo a bajar -Chigurh persigue a Moss, Wells persigue a Chigurh, Bell persigue a Moss, Chigurh y Wells- y cojo la línea 6 hasta Conde de Casal. Aún son las dos y diez. Llego a Lolita Peliculitas y me abre Noelia.
Es el último día de Ceci, así que charlamos un rato sobre planes de futuro y nos bajamos a un restaurante que hay bajando Doctor Esquerdo hacia Estrecho. Intentamos meternos siete personas en una mesa para dos y lo conseguimos, aunque no sea agradable. Tengo hambre. Pido un filete a la plancha con ensalada y devoro la lechuga y los tomates como si fueran albóndigas o pinchos de tortilla de patata. A las cuatro vuelvo a coger el metro, hasta Avenida de América y allí -Cartagena, Parque de las Avenidas, Barrio de la Concepción, Pueblo Nuevo, Ascao, García Noblejas, Simancas...- tiro por la línea 7 hasta San Blas.
Salgo deprisa, muy deprisa. Entro corriendo en la Escuela y voy al baño otra vez. Recojo las fotocopias, tomo un anti-inflamatorio para mi recién descubierta ciática -sorprendentemente, los análisis del miércoles no indicaron que me fuera a morir sino que estaba como un roble- respiro hondo y dejo entrar a los chicos de la primera clase. Repasamos el presente simple, las preguntas, algunas negaciones, los sistemas de evaluación, los colores, los adjetivos y vemos cinco minutos de "Manhattan" en el DVD. Probablemente, los cinco mejores minutos de la filmografía de Woody Allen. Cuando aún era cínico.
La clase acaba a menos diez, así que bajo otra vez al lavabo -compré una botella justo al llegar a la Escuela, bebo tragos mientras explico ejercicios-, devuelvo fotocopias que no son mías, borro la pizarra, escribo cosas nuevas y hago entrar al nuevo grupo. Las cosas no van bien. Tienen más dudas y me enzarzo en una discusión absurda que me hace perder un poco los nervios. Ya que no nos pagan por las horas que estamos ahí, lo menos es que nos paguen porque no perdamos los nervios. Remontamos: presente simple, adjetivos, negaciones, interrogaciones, auxiliares básicos y "Manhattan".
Salgo de la Escuela con dolor de pierna. En el camino, Chigurh mata a Ross, cosa que era de esperar, pero que ocurre de manera tan aséptica como todo lo demás en el libro. Tengo cuatro libros de texto en la mano y un montón de redacciones que corregir. En Parque de las Avenidas se sube una chica que se empeña en sentarse donde yo he dejado los libros y me mira mal. El resto del vagón está casi vacío. Al rato, pone música en alto en su móvil.
Jorge Marazu hace llamadas perdidas que no puedo contestar porque siempre las veo tarde. El metro en Gregorio Marañón está imposible: el andén lleno cuando aún quedan 7 minutos para el siguiente tren. Pienso en subir y coger un taxi, pero además de adelgazar quiero ahorrar, así que espero. El vagón, como era previsible, está lleno pero quepo. Todo el mundo se va de juerga, yo vuelvo a casa. Curioso. En el mismo espacio y el mismo tiempo.
Llego a casa y me hago un bocadillo de jamón de york. Echo aceite en la sartén y harina en los filetes de gallo. Llamo a Dani Pacios y a Fer Heads. Repaso el e-mail. Miro la agenda de mañana y me echo a temblar.
Pélicot, fin
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«Je le dis droit dans les yeux, je ne l’ai jamais touchée» declaró
Dominique Pélicot, provocando la cólera de su hija Caroline Darian, que le
contestó: «...
Hace 8 horas