No hay más que leer el post de abajo para ver que me dejé llevar por las pasiones. Hay algo que sigo pensando: el juego de Federer me gusta más que el de Nadal. No puedo evitarlo. Entre jugar al ataque y correr como loco a devolver bolas me parece que una cosa es más atractiva que la otra. Lo dicho, Italia también gana Mundiales y eso tiene su mérito.
Además, hay una cosa que es indudable: nadie le gana 33 juegos a Federer sobre hierba sólo "devolviendo bolas". Hay que tener talento, técnica y concentración suficiente. Tengo un serio problema con Nadal: en España la gente me vacila porque me gusta más Roger. Sin embargo, cuando leo los análisis extranjeros sobre el español y su supuesta incapacidad sobre pistas rápidas me pongo de los nervios. Nadal roza esta semana los 6000 puntos ATP. Es una barbaridad. Sería un récord hasta para un número uno, y aun así sigue -por poco tiempo- como número dos.
Es cierto que a Nadal le faltan dos hitos: Australia y Nueva York. De momento, sus mejores registros son unas semifinales y unos cuartos de final. No es un desastre, pero si comparamos con el resto de sus actuaciones -ganador en Canadá, Dubai, Madrid, Indian Wells, finalista en Miami (2 veces) y París- pues se queda algo corto. De todas maneras, acaba de cumplir 22 años. No se le puede pedir mucho más. Lleva 5 Grand Slams ganados en 7 finales. 11 Masters Series, los mismos que ganó Sampras en toda su carrera...
Ayer, ya lo dije, Rafa jugó con miedo. Es comprensible. Incluso con miedo ganó. Tuvo miedo cuando sacó para ganar el tie-break del cuarto set y tuvo miedo en la propia táctica del partido: dejó que Federer tuviera siempre la iniciativa. Eso es un gran riesgo, desde luego. El problema es que Federer tuvo más miedo aún, o más falta de confianza. En rigor, el suizo debería haberse ido al parón de la lluvia dos sets a cero arriba. Le hubiera bastado con convertir más de una de las doce oportunidades de break que tuvo, pero no se lo creyó.
Además, ese revés... No es su mejor golpe, pero el hecho de que sólo sucumba desastrosamente ante Nadal obviamente apunta a algo psicológico.
Eso sí, su flaqueza mental se recompuso tras la lluvia. Al menos mantuvo su servicio. Se aguantó como pudo. Este tipo lleva cinco años arrasando en el circuito con la carga física y mental que eso conlleva. Dos sets abajo e incluso con puntos de partido en contra en el cuarto, podría haber dicho: "Ya está bien" y dejarse llevar y descansar un poco de tanta tensión. Todo lo contrario: suplió el acierto con el tesón. Se aferró a su servicio y salvó varias bolas de break. Aguantó un tie-break, dos tie-breaks y hasta el 7-7 en el quinto set. Por el camino, sólo dispuso de un punto de ruptura que, por supuesto, desperdició.
Al final del partido, Federer estaba extenuado. Más mentalmente que físicamente, diría. Ha sido un año duro: empezó con una mononucleosis y tardó meses en recuperarse. Aun así, esta era su sexta final del año. No está mal. Pero el partido se alargaba, su rival seguía sin fallar, la noche caía, la presión de la derrota estaba ahí todo el rato y cometió una serie de errores impropios con su servicio. Break. 8-7. Llevó a Nadal al "deuce" después, pero no bastó.
Nadal se merecía este Wimbledon como probablemente Federer se merecería algún Roland Garros. Haría honor a su carrera. Ahora mismo, el español es el número uno, diga lo que diga el ranking. Es un tipo educado, luchador, respetuoso, emocionante... con talento también, claro que sí, y enfrente, sin discusión, vimos a un campeón que se agarró a su corona como pudo: cansado, desmoralizado, tras un año pésimo, consciente de su inferioridad... pero que sólo se rindió después de 62 juegos y casi cinco horas de juego.
Sí, fue un espectáculo.