lunes, julio 21, 2008

Carabina 30-30 merece otro final


Sábado de regreso a las pistas en la Sala Galileo. Primera actividad social en una semana para ver el concierto de despedida de Carabina 30-30 en Madrid. Para quien no lo sepa, Carabina 30-30 es un proyecto de cuatro músicos y compositores -Pancho Varona, Antonio García de Diego, Jaime Asúa y Jose Romero- que ha estado de gira en los últimos meses. Hacen versiones de sus propias canciones -la mayoría cantadas por Joaquín Sabina- y se atreven con éxitos de los Beatles, Bob Dylan, Nirvana...

Galileo estaba a medio llenar. Caras conocidas, como la del entrañabilísimo Víctor Alfaro, o Marian, o Bea... Ambiente familiar y agradable, visto desde la misma mesa en un rincón que ocupé hace menos de un mes, acompañado de mi hermano y de Julia Emite Poqito.

El primero en salir es Miguel Ángel Bueno. Conocí a Miguel Ángel en Zaragoza, justo cuando empezaba la gira de los carabineros y me pareció un chaval muy majo. Ahora, además, me parece un muy buen músico. Tenía excelentes referencias, pero lo mejor es verlo todo de primera mano. Se plantó en el escenario de Galileo -no sé si era su debut en Madrid, pero si lo era, vaya debut- y tocó dos canciones más que interesantes. Les diría que fueran el martes a verle tocar en el Búho Real, pero ese día tocan Pablo Ager y la Chica Portada, así que mi corazón no puede estar dividido...

Después de Miguel Ángel salieron los cuatro tenores. El concierto fue excelente, de una calidad brutal. El mejor de los tres que les he visto: sueltos, divertidos, con ritmo, una elección soberbia de las canciones... Parece que ahora van a volver al Karaoke y me parece bien, porque el Karaoke es divertido y Galileo se llena, pero por otro lado me jode. Me jode porque sé la ilusión que les hacía este proyecto, sé lo mucho que disfrutan tocando estas canciones, en un rollo acústico, tranquilo, de músicos pura cepa, y es una pena que la cosa se acabe aquí.

Es más, creo necesario que no se acabe aquí. Es probable que no llenen teatros ni salas de conciertos, pero merecerá la pena. Para ellos y para los que vayamos a escucharles. No puede ser que haya tanta mierda suelta yendo de ciudad en ciudad y ellos se tengan que conformar con acompañar a la guitarra o al teclado a diez desgraciados que salimos a berrear canciones de Sabina.

Tiene que haber un espacio para algo así. Es, casi, una obligación moral.