Como soy un hombre desmemoriado, se me olvidó el aniversario de este blog. Permítanme que lo celebre un día después y muy a última hora. Un año y un día, como una condena. Surgió como complemento a una página en la que hablaba sobre mi recién publicado libro y ha servido, en parte, como material para un segundo libro del que, yo igual que ustedes, no sabemos nada de nada.
Ha habido grandes momentos, supongo, y en parte ha sido un lugar para discutir y ponernos en desacuerdo, compartir sensaciones y evocar recuerdos. Me siento orgulloso.
Por otro lado, creo que hay en este blog mucho de impostura y seriedad. Yo no soy así. Quizás me empeñe en escribir un blog literario-periodístico y me dejo muchas cosas por el camino. Aquí queda el mundo como representación y dejo la voluntad en otro lado. Es una pena, pero tiene que ser así. De vez en cuando, aquí se cuelan también B, Hache y La Chica Portada. Es inevitable.
Eso no quiere decir que no me hubiera gustado hablar más de ellas y de todos los demás, contar más a menudo las cosas que me pasan y que realmente me hacen sufrir y gozar -mucho más que el PSOE y el PP, desde luego-. Sólo que soy un tipo pre-postmoderno y prefiero mantener los géneros. Aquí, periodismo. Allí -ellos saben dónde- realidad.
En estos doce meses he conseguido reunir un buen montón de visitantes. La mayoría de rebote. Otros, a conciencia. Quería darles las gracias a todos. El contador marca 35.000, pero creo que empecé a llevar las cuentas en mayo o junio, así que probablemente sean unos pocos más.
Reconozco que a veces he pensado en rendirme y dejar de escribir -aquí y allí y en cada rincón- pero no puedo. Sencillamente, no puedo. Lo dicho: una condena.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 1 hora