Roberto Carlos ha sido un jugador infravalorado a lo largo de estos 11 años. Todo el mundo ha hablado de Raúl, Mijatovic, Suker, Zidane, Figo, Beckham, Ronaldo... pero olvidaban al pequeño lateral izquierdo que revolucionaba los partidos con sus internadas por la banda y sus disparos enloquecidos, carne de rechaces peligrosos.
Por supuesto, tenía problemas defensivos, pero sabía corregirlos con velocidad. En ocasiones -aún le pasa- es demasiado contundente en sus entradas. La tarjeta roja que se ganó en el Camp Nou por una entrada a Figo sigue pareciendo sacada de un documental de National Geographic...
Pero para el equipo contrario era una pesadilla. Con Roberto Carlos en el campo, el partido nunca se podía dar por controlado. Era un insumiso de la táctica y la disciplina, dispuesto a meter el partido en una especie de locura y correcalles del que el Madrid casi siempre salía beneficiado.
Su palmarés es excelso: 3 Copas de Europa, 3 ligas, 2 Intercontinentales, 1 Mundial.
De acuerdo que sus declaraciones eran dudosas. Un exceso de optimismo combinado con cierto peloteo al que manda, sea presidente o entrenador, acompañado por el desdén más absoluto -casi revanchista- por el que mandó. Era bravucón, desde luego, pero eso sólo irrita a los aficionados del equipo rival, nunca a los del propio.
Dice que tiene 33 años y que necesita descansar y huir de la presión que acompaña a este Real Madrid. Tiene toda la razón. Su error ante el Bayern de Munich fue una sentencia injusta, la imposibilidad de despedirse a lo grande.
Con el paso de los años será recordado. Alguien ha dicho por ahí que es el mejor lateral izquierdo de la historia. Puede ser. No he visto muchos laterales izquierdos. Éste, al menos, ha sido el mejor de su tiempo. Y eso no es poco.