Galileo es un lugar especialmente hospitalario a la 1,30 de un viernes. Prácticamente todo el mundo está en otro lado. Es un buen momento para el humor y el monólogo, salvo que un grupo de andaluces se equivoque y se ponga a berrear y a sacar fotos como si estuvieran en un pub más. A veces sucede.
Pero cuando todo el mundo está callado, concentrado, riéndose y aplaudiendo a ratos, relajados ante sus bebidas, sentados en sus mesas reservadas o sin reservar... Galileo es un sitio mágico, recuerdo de todas las estrellas que han pisado su escenario, de los cientos de miles de personas que han (hemos) pasado noches inolvidables allí.
Una vez gané un premio por un relato ambientado en esa sala.
El caso es que la madrugada une, casi más que el humor. Dani Mateo y Don Mauro haciendo una pareja ideal: el presentador de Noche Sin Tregua con su humor inteligente, fino, irónico, con chistes de Confucio; el "forestal" de La Hora Chanante con su repetición constante de barbaridades a una velocidad impropia, de manera que nadie escucha pero todo el mundo se ríe igual.
A favor de este último, hay que decir que consiguió engancharme tanto como para quedarme hasta el final de su actuación, que llegó a eso de las 3,30.
En ese momento, paseo a las escaleras de la entrada, una breve espera a que Dani baje, un abrazo cordial, una promesa de futuros karaokes y futuras entrevistas, un par de sonrisas bien puestas y el convencimiento de que es un gran tipo. Uno de esos tipos por los que merece la pena quedarse sin dormir un viernes por la noche sólo para aplaudirle un rato.