"El último rey de Escocia" a veces se pierde en historias menores. Empieza el relato por un joven médico escocés que termina su licenciatura y se va a Uganda en labor humanitaria. Busca aventuras y sexo fácil y eso es exactamente lo que encuentra. En el camino, se cruza con el golpista Amin, quien le acaba acogiendo en su círculo más estrecho por su condición de escocés y médico.
El significado del título de la película -una hábil manera de llamar la atención más allá de Uganda- no se acaba de esclarecer demasiado, con lo que queda como un truco sin más. Amin tiene buenas relaciones con los escoceses porque trabajó con ellos en el ejército británico y porque se opone a Inglaterra. Un poco cogido por los pelos, en realidad Amin consiguió oponerse a todo el globo en apenas cinco años.
Era "impredecible" como bien le califican -eufemísticamente- en la película.
Cuando "El último rey de Escocia" se centra en la figura del presidente y evita subtramas, la película gana. De hecho, es una gran película sobre el horror y la esquizofrenia llevada al poder. Es una película sobre el África más dura sin apenas filtro colonialista endulcorante, tipo "buen salvaje".
La lástima -o la ventaja, vaya a saber- es que la proyección en el Renoir Princesa se suspendió justo en la escena final, de manera que nos invitaron a cualquier otra sesión de cualquier otra película, pero nos quedamos sin saber si... Así que, si me conocen, han visto la película y saben cómo termina, no duden en mandarme un email.