La anécdota del café no deja de ser una anécdota, por supuesto, pero es tremendamente reveladora. No ya del Gobierno Zapatero, o no sólo del Gobierno Zapatero, sino de la política actual y su relación con la masa votante.
Por supuesto, la pregunta era absurda. Un presidente del Gobierno no tiene por qué saber cuánto cuesta un café en el bar de la esquina. No es su competencia. Sin embargo, el ciudadano considera que, para demostrar que es "uno de los nuestros", debe saberlo. Y a cuánto está el kilo de patatas. Y el de melocotones. Debe haber comprado sus muebles en IKEA y todo ello combinarlo con un conocimiento preciso del PIB de Kenia.
Un superhombre, en definitiva.
Nada nos hace más felices que descubrir que estos superhombres son en realidad humanos, demasiado humanos, que no saben ni las cosas más elementales del día a día, que viven en una burbuja, que no tratan con la realidad, que no son tan cercanos como aparentan, que su sonrisa es una impostura pasada por el marketing... El ciudadano del café es ahora mismo el hombre más feliz de este país.
Pero si la pregunta ya dice mucho de quien la hace, por absurda, por pueril, por insensata... también dice mucho de quien la contesta, cuando no sabe la respuesta. El político español, por definición, habla. Incluso de lo que no sabe. Si hay que decir cuanto cuesta un café, se dice. ¿Por qué ponerse a explicar? El político español tiene miedo y se siente culpable. En público, al menos. Tiene ese íntimo convencimiento de que no le quieren.
¡Ah... y necesita tanto ser querido!
En él ha calado también la doble necesidad de ser sobrehumano y a la vez "uno de los nuestros". No puede defraudar. Ante todo, no defraudar nunca. Si hay que inventarse una cifra, se inventa. Pero admitir que no sabe... No, el político español no admite que no sabe algo.
La pregunta del café es todo menos irrelevante. Es el síntoma perfecto de una relación insana entre gobernantes y gobernados, para alborozo de los intermediarios -ellos, nosotros, los medios de comunicación en definitiva-. Es el máximo exponente de un sobreentendido, que nadie se atreve a solucionar.
Por supuesto, viven en una burbuja. Por supuesto, no son "de los nuestros". Por supuesto, es perfectamente normal que así sea. Por supuesto, nosotros les hemos votado para que estén ahí arriba... y estamos con el palo preparado para atizarles en cuanto podamos. Por supuesto, no deberían sentirse culpables por ello.
Pero se sienten.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 2 horas