viernes, septiembre 03, 2010

La boda de una ex


Salgo esta tarde para Castelldefels para asistir a una boda. La boda de mi ex. De mi última ex en sentido estricto, además. Obviamente, esto ha merecido bastantes preguntas incrédulas, del tipo A: ¿Por qué te invita? y B: ¿Por qué vas?. Tengo una teoría algo romántica sobre el matrimonio y perdónenme que sea tan inocente a estas alturas y teniendo en cuenta mi propio pasado: creo, como dice Tiger Woods, que nadie se casa para divorciarse, ni siquiera en casos de conveniencia legal o al menos no en todos.

Cuando uno se casa, quiero pensar que es porque está enamorado y considera que determinada etapa de su vida ha llegado a un fin. Que ha encontrado, en definitiva, y no le merece la pena buscar más. No solo eso, sino que además está tan feliz que quiere oficializarlo, celebrarlo, compartirlo. Tantos años de ensayo y error para por fin dar con un acierto. A mí me parece prodigioso. Formar parte de esa historia de ensayos (y errores) es algo que me hace sentir orgulloso. Yo creo que todos deberíamos sentirnos orgullosos de haber sido el error de alguien especialmente si ese error acaba en final feliz.

Participar en la felicidad ajena es precioso, y sin duda, si la chica no hubiera estado conmigo se habría perdido muchas cosas que la han ayudado a tomar la decisión de casarse con otra persona. No lo digo en clave negativa ni mucho menos. Saber lo que no queremos es tan importante como saber lo que queremos, es más, saber lo que no queremos es a menudo lo que nos permite saber lo que queremos aunque sea por oposición.

Festejar los errores y el pasado, siempre que eso sea posible, es un acto de redención y catarsis. Entiendo que en parte por eso ella me invita: nos llevamos bien, nos seguimos queriendo, tenemos la sensación de que el uno forma parte de ese pasado del otro que mañana, por lo menos de un lado, se acaba o prácticamente. Y ver que alguien te considera parte de su historia y que además no te guarda rencores sino que es capaz de compartir su felicidad contigo es una de esas cosas bonitas que te pueden pasar en la vida. Por eso voy.

Porque quiero celebrar.

Porque celebrar los errores de B. es celebrar sus ensayos y es celebrar a su vez mis propios ensayos y errores. Compartir. Y me parece bonito, un pelín ñoño, que diría Rudy Fernández, pero bonito.