lunes, agosto 25, 2014

Ciudad basura



El viernes, mi mujer y yo decidimos dar un paseo con el niño por el centro. Para llegar al centro desde Planetario es necesario pasar por varios puntos intermedios; el más largo de ellos, la calle Méndez Álvaro, que sale de la estación con ese nombre y llega a la de Atocha. No es una zona cualquiera en Madrid durante el mes de agosto: el número de turistas se multiplica y buena parte de ellos acaban tarde o temprano en la estación cogiendo un AVE o un Cercanías o incluso el Metro a cualquier otra parte de la ciudad.

Se podría imaginar que es una zona bien cuidada por el ayuntamiento, aunque solo sea por dar buena imagen. Ya sabemos que los árboles se caen y que el metro tarda diez minutos en llegar pero al menos que por fuera la cosa parezca decente. Sin embargo, la calle Méndez Álvaro era un estercolero lleno de hojas que se amontonaban en medio de la calzada, al paso del carrito, ni siquiera en los laterales, barridas como en otoño a la espera de que alguien complete el trabajo.

Junto a las hojas, la suciedad y junto a la suciedad, vaya usted a saber por qué, montones de ropa tirados, contenedores vacíos y maletas abiertas con cosas dentro. Todo al gusto del consumidor, con el aspecto que tienen las cosas que llevan tiempo pudriéndose.

Dejamos la cosa ahí porque los madrileños tenemos tendencia a indignarnos rápidamente y a tranquilizarnos con la misma velocidad, pero esta mañana mi mujer volvió a salir a pasear con el niño y encontró una patrulla de barrenderos por los aledaños de la calle Delicias. Cuando digo "patrulla" me refiero a dos barrenderos y un camión. No sé si es mucho pero por lo que contaron no lo parece: "Antes éramos nueve...", le dijo uno de ellos a mi esposa, "y teníamos varios camiones... ahora somos dos y resulta que nos han coincidido las vacaciones".

Dos barrenderos para una zona que va desde una estación a otra e incluye parte del vecino barrio de Arganzuela. Dos barrenderos que, además, se han tomado las vacaciones a la vez y nadie se ha interesado en organizar las cosas de otra manera. "Sinceramente, no creo que haya venido nadie por esta zona en todo el mes", dice el más joven, con una mezcla de resignación y de distancia, "además, como ahora solo tenemos un camión, tenemos que vaciarlo y volver, vaciarlo y volver...".

No es sorprendente. Cualquiera que viva en Madrid en los últimos años sabe lo que es esta ciudad y sus servicios públicos. Hace tiempo se nos decía que el metro volaba, luego que era muy barato y ahora lo más que se atreven es a poner carteles en los que se felicita al usuario porque contribuye al medio ambiente dejando el coche en casa. La mayoría, en cualquier caso, no tiene coche, pero esa es otra historia.

Hace un año, esta ciudad estaba pidiendo los Juegos Olímpicos por tercera vez. El COI les respondió como si hubieran visitado algo más que los hoteles de lujo y Vodafone Sol. Exactamente, lo que se merecía.