martes, junio 11, 2013

Snipers shoot stars



"La estética del francotirador" fue un título antes de un libro. Luego fue muchas cosas: un relato corto sobre un publicista catalán que le gritaba a los neones de los hoteles desde las azoteas y luego sufría ataques de vértigo, una novela sobre un bar y una chica, antes de que yo conociera el bar y la chica y me pusiera a otra cosa. Finalmente, fue un libro maldito, un libro de unos 250 folios sobre algo más que una generación perdida, un tratado de estética con puntos de moralismo y muchas más lecturas que las que las editoriales hicieron.

Lo que pasa es que tenía sentido que el libro fracasara y siga inédito. Lo tenía porque el francotirador, desde 2003, desde aquellos decálogos que escribía en el trabajo y le enviaba a Inés, era yo, era mi propia visión apartado del mundo, con relaciones muy concretas, actuaciones muy inconexas entre sí. Un enigma. Yo me veía como un enigma, un tío subido a una azotea disparando una vez, nunca dos, y con la obligación de acertar para sobrevivir. Nunca he tenido un grupo sólido de amigos tras el que protegerme y cuando lo he tenido, sinceramente, he huido de él. Nunca he sabido vivir bajo más disciplinas que la del fusil y el momento. Augenblick.

Quizá, por eso mismo, un francotirador no debería organizar bodas ni firmas de libros o no debería preocuparse de sus resultados, porque los vínculos son tibios y tan dispares entre sí que resulta que la mitad de los invitados no solo no se conocen sino que cada uno vive en una ciudad distinta: Lima, Nueva York, Barcelona, El Cairo, Londres...

Lo cierto es que "La estética..." fue mi primer intento serio por hacer literatura. En su época de relato formó parte de una colección llamada "Gente rara" y que creo que ni siquiera me atreví a mandar a ninguna editorial. Hice bien. El mejor halago que recibió la colección fue de Joaquín Sabina, que dijo: "Me gusta el nombre". Los relatos me llevaron a una recopilación con unos amigos de un taller literario y después a la autoedición de un librito precioso, llamado "Pequeños objetivos", del que lógicamente deriva este blog, que tiene ya siete años. Ese libro no se vendió, se regaló, y no solo tenía pequeñas historias de Madrid de enero a diciembre sino fotos preciosas. Nunca me lo he pasado tan bien.

Así hasta que en 2007, Ángel María Herrera decidió apostar por mi blog y publicarme "Cuando las cosas dejaron de tener sentido". Aquello podría haber sido una trilogía pero fue solo un libro que se vendió relativamente bien aunque mano a mano, como en los viejos tiempos, porque no pisó una librería, ni siquiera aquella en la que me prometieron que estaría seguro. Era un buen libro. Inconexo, pero bueno. Enloquecido en ocasiones, pero de esos que te dejan dos o tres frases buenas cada cierto tiempo y te compensa. Ahí, también Sabina fue generoso: "Me he leído tu libro y he apuntado varias cosas para posibles canciones", me dijo en el velatorio de Ángel González. Las canciones ahí debieron quedar, o quizá no, quizá salieron y yo no supe reconocer la influencia.

Y en 2008, por fin, me puse a escribir "en serio", con tiempo. Terminé un libro de relatos que me parecía muy bueno y, como la palabra empezaba a estar de moda, le llamé "La crisis", igual que uno de los cuentos, que era un western en Fuerteventura entre directores de cine, a ritmo canario. Me gustaba mucho. Se lo enseñé a Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, y a él también le gustó pero lo rechazó. Fue un subidón y a la vez una decepción enorme. Estar tan cerca y a la vez no estar en absoluto. Juan me dijo: "Ese libro merece ser publicado" y yo le creí. 

De eso han pasado cinco años, como ven, y hoy puedo anunciar oficialmente que sí, que se publicará. No exactamente en el mismo formato, con añadidos, pero se publicará. Que mereció la pena esperar, pasar por el éxito de "Ganar es de horteras", pasar por la escritura inédita de las dos novelas, que algún día también serán publicadas, claro que sí, y pasar por los ebooks de investigación sobre dopaje. "La crisis" ya no se llama "La Crisis" sino "Una sucesión de amaneceres imprevistos", que era un título que ya me sugirió en su momento Amaya Quijano, una siempre generosa lectora. 

Firmar mi primer contrato para una obra de ficción me llena de alegría, aunque sea con una editorial nueva, que está empezando en esto pero con las ideas clarísimas. Firmar mi primer contrato para una obra de ficción merece que dé las gracias a todos los que han apostado por mí todos estos años, especialmente desde 2003. Y puede que sí, que sea un fracaso de ventas, porque los francotiradores es lo que tenemos, no somos especialmente populares aunque probablemente no haya nadie más sincero que un francotirador, nadie que sea más de fiar. Un francotirador es lo que es y sabes cuándo puedes despistarte y cuándo no.

En aquella novela, mi preferida, aunque "El Pingüino" supongo que se publicará antes y funcionará mejor, dentro de lo que es una industria en ruinas, los protagonistas, las dos versiones de mí mismo que poblaban el libro de principio a fin, discutían sobre lo que les esperaba y miraban al cielo, como en aquella canción de JetLag donde los francotiradores disparaban estrellas fugaces, quiero pensar que con miedo a convertirse en una de ellas.