viernes, junio 07, 2013

Firma en la Feria del Libro


En una entrevista de 2007, puede que 2008, Borja Cobeaga me hablaba de lo que le había supuesto conocer a Steven Spielberg en la cena de nominados de los Oscar. Venía a decir algo así como que, de pequeño, cuando uno se quería dedicar al cine, siempre le decían: "¿Qué, vas a ser el nuevo Spielberg?" y que, bueno, obviamente, tenía su punto estar de repente en Hollywood con él y hacerse una foto y vivir por un momento en la película de otro.

Del mismo modo, cuando uno quiere ser escritor, lo que sueña es con estar un día en la Feria del Libro de Madrid y firmar tus ejemplares. Ni siquiera firmarlos, estar ahí, en la caseta, con tu nombre y tu foto apoyando el mentón en un par de dedos de la mano izquierda, mientras la gente pasa buscando el nuevo libro de Albert Espinosa sin hacerte ni caso. En la carrera de Cobeaga, cenar con Spielberg no le ha supuesto nada: la carrera de Cobeaga dependerá de su talento, su valor y hasta cierto punto de la suerte. Pero cenar con Spielberg, señores, mola un montón, y para qué demonios iba a negarlo.

Igual que mola un montón poder firmar este sábado 8, de 19.30 a 21.00 en la Caseta 242, la de Ediciones JC, donde ahí estaré con una camiseta del Estudiantes para llamar la atención y confiando en que no se cumpla la maldición del novato y consiga firmar algún libro. No digo vender, digo firmar, porque si ya lo han comprado y quieren que se lo dedique, yo encantado de hacerlo. Mi carrera, insisto, no depende de cuántos libros venda en la Feria del Libro sino de mi talento, mi valor y hasta cierto punto de mi suerte, pero, señores, mola. Y después de un año de mierda, mola más.

En cualquier caso, una carrera no es más que eso, y una carrera en una industria que se hunde es como un violinista tocando en la orquesta del Titanic. Esta mañana me he liado a mandar mensajes para decirle a la gente más o menos allegada lo mismo que le estoy diciendo a ustedes: que firmo en la Feria y que me hace una ilusión enorme. La mitad se me fue de la conversación antes de la segunda frase. Yo creo que soy buena persona -porque nosotros llevamos el fuego-, que soy un escritor aceptable y he descubierto que soy un pésimo "influencer" o relaciones públicas o como quieran llamarlo. Creo que debería tener una asistente tipo Anne Hathaway en "El diablo viste de Prada" solo para que me explique con quién estoy hablando en las fiestas de Random House. 

De hecho, no me importaría que fuera la propia Anne Hathaway.

No ser un gran "influencer" tiene varias pegas: la primera, por ejemplo, que mañana la caseta 242 esté vacía toda la tarde y el editor me mire con cara de "¿por qué demonios te habré llamado a ti a firmar y arruinarme el negocio?" pero yo creo que hay que centrarse en lo que uno realmente sabe hacer bien y si es ser buena persona, pues intentar serlo, y saber que lo importante no es estar en una fiesta preparando tal o cual libro sino estar donde sea con la persona con la que te vas a casar y desear que pasen los meses para poder dejar de decir "mi novia", que me parece un eufemismo, y poder decir "mi mujer", que me gusta mucho más que "mi esposa", dónde va a parar.

Y quizá el desastre de mi ataque carismático de mensajes de móvil tenga que ver con el hecho de hacerlo corriendo, de Pradillo a Conde de Casal, papeles en mano y tarareando a Rosario Flores, una cantante que no me gusta nada, pero de la que recuerdo esa maravillosa canción que es "De ley" y el estribillo que acaba diciendo "...y todo lo demás, verás, no importa", porque es verdad: yo me voy a casar con una mujer así y cuando realmente uno es consciente de lo que eso implica le dan igual todos los concursos de popularidad, carreras, conversaciones interrumpidos y firmas. 

Y no sé qué pensará Cobeaga de esto, nunca me atreví a preguntarle, pero quizá lo importante no sea conocer a Spielberg sino poder decirle a la persona a la que quieres: "Cariño, estoy con Spielberg", y que lo entienda, que sepa lo que eso significa para ti. Porque la vida es esto que pasa aquí, no lo que pasa en las salas de fiesta ni en las casetas del Retiro ni en las fiestas de Los Angeles y un árbol que cae en un bosque sin que nadie lo oiga es un árbol que no hace ruido.

Lo que no quiere decir, por supuesto, que no tengan que venir, aunque sea a felicitarme. Sábado 8, de 19,30 a 21,00 en la Caseta 242. Ahí les espero con un boli en la mano y mi mejor cara de pánico.