domingo, febrero 06, 2011

Barcelona 3-At. Madrid 0


Induráin fue tan grande que probablemente a cada uno de nosotros le venga una imagen distinta de él cuando recordamos su carrera: contrarreloj vestido de amarillo, subiendo el Mortirolo de rosa, cortejando a Abraham Olano en aquella exhibición de Colombia… Sin embargo, también es probable que coincidamos en un momento: Tony Rominger le ataca en el Tourmalet, no recuerdo si el Tour del 93 o más probablemente el del 94. Quedan cien kilómetros para la llegada y la general no peligra, así que le dejan ir al suizo, corona con un minuto y baja como loco, pedales, pedales y pedales… De repente, la cámara, centrada en el cabeza de carrera, se gira y aparece por detrás, majestuoso, elegante, Miguel, él solo, ni pelotón ni leches, casi flotando hasta su altura.

Rominger le mira atónito y coge su rueda.

Todo esto viene por Messi y su partido de ayer: nos podemos quedar con sus primeros toques para sacar el balón jugado, o su facilidad para el desmarque o con cualquiera de los tres goles, especialmente el primero, sacado absolutamente de la nada. Sin embargo, la jugada que probablemente le consagre es esa en la que, tras un córner muy mal sacado, Agüero se va por la banda a toda velocidad buscando la contra. Atraviesa el medio campo y tras él va un jugador del Barcelona. Lo malo de las retransmisiones de Mediapro es que uno no se entera prácticamente de nada. Lo bueno es que eso le da emoción al asunto.

El jugador del Barcelona esprinta, se pone a la altura del Kun, le rebaña la pelota cuando está a la altura del área de Valdés, hace un caño a otro jugador rojiblanco y la saca jugada tan tranquilo.

El jugador es Messi. El partido iba 2-0. Los dos goles ya los había marcado él.

Es difícil explicar la pasión de este chico por el fútbol y ejemplificar mejor su superioridad. Los que dicen que no es completo tienen complicado justificarlo: máximo goleador de la liga, máximo asistente, una falta al poste, un cabezazo perfecto que salvó De Gea en un paradón… y para rematar, carreras de 50 metros para defender el ataque contrario. Súmenle a esto su eficacia en la presión y la cantidad de balones que recupera, sea directamente o por rechace.

Quique Sánchez Flores le comparó con Di Stefano y algo de eso hay.

En realidad, es inútil hablar del partido más allá de Messi. El Barça volvió a estar algo fallón e impreciso, pero el argentino maquilla cualquier carencia. Por alguna razón, Villa se tiró al medio y ocupó espacios que no le corresponden, Pedro no pudo tirar ninguna diagonal, el campo se cerró en vez de abrirse y el ataque del Barcelona fue muy previsible la mayoría de las veces. Aun así, fueron tres y pudieron ser bastantes más, como empieza a ser habitual.

El ataque por el centro y embarullado provocó contras por el centro con espacios. Suele pasar. Si al Barcelona le atacan poco y le meten tan pocos goles es porque no suele perder el balón en espacio abierto y con el equipo descolocado. Ayer pasó bastantes veces y si el Atleti no marcó fue de pura casualidad. De hecho, y aun habiendo dicho que fueron tres y pudieron ser cinco o seis tampoco me pareció que el Atlético hiciera un mal partido: presionó bien, juntó perfectamente las líneas, obligó al Barcelona a atacar como no debe y gozó de varias oportunidades.

Simplemente, este equipo es histórico y está a otro nivel. Ahora. El reto es tener claro, como insiste Guardiola, que un partido, un solo partido, te puede separar para siempre de la gloria.