Twitter es un medio tan inmediato que abruma. Algunos pensarán que gracias a Internet la verdad está más cerca pero eso no es necesariamente cierto: todo está cerca, la verdad y la mentira. De hecho, generalmente, para formarse una opinión de lo que es verdad y lo que no, uno necesita algo de tiempo y bastante más de 140 caracteres.
Digo esto para relacionar Twitter y periodismo. No es la primera vez que lo hago, seguro, o al menos no es la primera vez que lo pienso, así que supongo que por ahí andará alguna reflexión parecida. El gusto del periodismo -y digo "el periodismo" pero debería decir "la sociedad"- por lo inmediato y la necesidad de que ese conocimiento inmediato sea verdad caiga quien caiga a veces me asusta. Me está pasando con las revueltas en los países musulmanes, por ejemplo. De la noche a la mañana, cada periodista de mínimo renombre tiene una opinión formada sobre lo que está pasando en cada uno de esos países, países que, por otro lado, y en algunos casos, probablemente haya tenido que mirar en el mapa antes de opinar.
Primero fue Túnez, luego Egipto, luego Bahrein, luego Yemen. Países de malvados dictadores en los que el pueblo quiere la democracia y la libertad y lucha por ellas. Por supuesto, la situación merece un análisis: se apunta a Internet -cómo no-, pero no se acaba de explicar uno que millones de personas se vean de la noche a la mañana dispuestas a salir a las calles frente a ejércitos y policías militarizadas solo porque en Twitter o en Facebook han visto que en Occidente... Algo tendrá que ver y no lo niego, simplemente, no me he formado aún una opinión al respecto y no me atrevería a ir dándola por ahí como dogma de fe.
Mi sueño es comprar una televisión, contratarme de tertuliano y contestar continuamente a cada tema: "Pues la verdad es que necesitaría tiempo para dar una respuesta sensata a eso, como puedes entender no he pensado demasiado en los últimos años sobre la situación política de Bahrein".
Movidos por la inmediatez se pierde el análisis. La perspectiva. Si hay un problema en Egipto todas las fichas se ponen en Egipto, como en el Risk. ¡Hasta Pilar Rahola fue a informar para TV3 en un gesto heroico! De acuerdo: en Túnez y en Egipto había regímenes muy semejantes a una dictadura. Cuando menos, democracias fraudulentas, pero si el pueblo ha conseguido tumbarlos y la prensa internacional ha conseguido contarlo 24 horas al día durante tres semanas, es porque el régimen no era tan fuerte ni tan opresor.
Vayámonos a Libia, por ejemplo. Hoy empieza a ocupar los primeros titulares. Me alegro profundamente, llevo días pidiéndolo. Los días que llevan unos cuantos valientes -y esos sí que son valientes- pidiéndole reformas a Gadafi. Yo no digo que sea fácil pedirle reformas a Mubarak, pero vete a pedírselas a Gadafi. Y que Rahola se vaya a informar a Trípoli, de paso, que queda mucho más cerca, dónde va a parar. No, ni una palabra durante días y las ONG hablando de decenas de muertos, centenares de muertos, manifestantes tiroteados, innumerables heridos, todo tipo de censura...
Nos cebamos con los dictadores y nos olvidamos de los tiranos. Ahí hay un salto importante. ¿Por qué Egipto sí y Libia no? Porque en Egipto, Mubarak y en Libia, Gadafi, así de sencillo. Una amiga le echaba la culpa al petróleo. Es el clásico problema de Occidente: si interviene en un lugar es porque le interesa el petróleo, si no interviene es porque en realidad no quiere poner en peligro los pozos de petróleo. De ahí no salimos. Petróleo aquí, petróleo allá. Si uno lo piensa, no debe de haber en Libia mucho más petróleo que en Bahrein o Yemen. No lo sé seguro, no he hecho la cuenta. En cualquier caso, si hablamos de geopolítica, amigos, Egipto tiene un canal que es clave en el negocio mundial y hace frontera con Israel, que no es cualquier cosa.
Digo yo que Gadafi tenía el mismo petróleo ahora que en los 80, cuando le bombardeaba Reagan.
Pero bueno dejemos a un lado a Occidente y a Estados Unidos porque ya sabemos que, hagan lo que hagan, para la opinión pública lo van a hacer mal y además a propósito. Volvamos a Libia y a los tiranos. Las primeras portadas, los primeros titulares, hoy. Y la cosa no viene de una semana, viene de 40 años. 42 casi, en septiembre. No está nada mal. Todos callados, mientras. De repente nos damos cuenta de que en Túnez y Egipto hay dictaduras y nos rasgamos las vestiduras. De repente nos damos cuenta de que en Libia se tirotea a los opositores. Así, como si hasta ahora la prensa hubiera denunciado algo. No digo ya la diplomacia ni los ejércitos, digo la opinión pública, tan dada a la indignación con lo propio.
¿Qué será lo siguiente? ¿Indignarse por la monarquía alauí? ¿Por qué es tan fácil llamar a Mubarak y a Ben Ali ex-dictadores y tan difícil llamar a Gadafi o a Mohamed VI dictadores? Una cuestión de valor, supongo. O el atractivo del poder, no sé. La prensa especializada va convirtiendo a jefes de estado en dictadores según el espíritu del tiempo y de la noche a la mañana. ¿El pueblo protesta? Dictadores. ¿El pueblo se calla? Jefes de estado.
Y precisamente la manera más sencilla de encontrar un país donde la dictadura se ha convertido en tiranía despótica es calcular el número de manifestantes contrarios al régimen. Cuantos menos protestan, más miedo, más represión. Cuantos menos medios pueden informar de ello, más opacidad. No digo que sea fácil, pero pensemos en ello. Si queremos una revolución, vamos a empezar por donde de verdad hace falta.
Y si no, al menos, no vayamos de revolucionarios.