Mientras unos se indignaban porque los controladores cerraban el espacio aéreo, otros se indignaban por sus condiciones laborales, los de en medio bramaban contra la prepotencia del Barcelona y los del Barcelona soltaban pestes de la Federación y AENA, yo conseguí terminar "El curioso caso de Benjamin Button". Obsérvese la irritante superioridad moral con la que he dicho esto, como si mi reino no fuera de este mundo.
A lo que iba, cuando vi
la película de David Fincher quedé fascinado por lo larga de la historia y la cantidad de detalles contemporáneos que incluía: era en toda regla un resumen del siglo XX, un poco a lo Forrest Gump, pero con los avances tecnológicos correspondientes y una actuación muy sólida de Brad Pitt y Cate Blanchett. En definitiva, me gustó, pero lo primero que pensé fue: "¿Cómo es posible que esto haya salido de un relato corto de Scott Fitzgerald escrito en los años 20?"
Fitzgerald es uno de mis escritores favoritos. Sus novelas me gustan más que sus relatos. Lo mismo me pasa con Faulkner pero no con Hemingway o Capote, por poner ejemplos conocidos. Me seduce cómo retrata la decadencia, la high-class americana de los felices años del jazz y los grandes magnates del petróleo o del cine aparecidos casi de la nada. El cambio de paradigma moral que surge en Estados Unidos con la figura del "new rich". Su novela,
"Tender is the night", tiene para mí el mejor título de la historia de la literatura y algunas escenas sublimes.
El caso es que compré hace un año y pico un volumen de cuentos suyos entre los que se incluía el de Button. La edición, de Montesinos, es terrible, llena de erratas y estructuras sintácticas imposibles, pero el talento de Fitzgerald se escapa por las rendijas en relatos largos como "Primero de mayo", una auténtica maravilla que, como suele ser habitual, se queda corta. Muchas veces da la sensación de que este hombre escribía porque tenía que hacer algo pero que a partir de determinado momento se aburría y dejaba la cosa ahí.
"El curioso caso de Benjamin Button", como decía, es uno de los cuentos de la recopilación. No tiene nada que ver con la película, como habrán adivinado por mis dudas del principio: Button nace en 1860, ya anciano, como en la película, pero
con el tamaño de un anciano y su lenguaje y su vida es exitosa pero dentro de la monotonía industrial de la Costa Este americana. Su relato no es épico ni romántico, sino irónico. Tiene un punto de Kafka a la hora de conseguir que lo imposible y surrealista parezca enteramente verosímil. El cuento es tan bueno que impide cualquier comparación con la película y eso está bien: Fincher cogió la idea del hombre que nace anciano y muere bebé y se inventó a partir de ahí una historia completa y llena de aventuras.
Fitzgerald nos muestra cómo eran las convenciones sociales y cómo se lidiaba con los "outsiders" a finales del XIX y principios del XX. Cada loco con su tema. Una lectura recomendable que hace un poco más recomendable el visionado, aunque sea por curiosidad.