"Mis amigos me dijeron Andrés, no te enamores la primera vez". No entendíamos esa frase. Yo no la entendía y hasta donde recuerdo, Vicente directamente la reformulaba: "Andrés, no te enamores por primera vez". Eso era más fácil porque estábamos en edad de enamorarnos por primera vez todos. Lo de los rollos de una noche con continuidad sufriente nos pillaba un poquito lejos a los 15 años, si hay que ser sinceros.
Todavía lo llevamos mal.
La primera vez que escuché a Los Rodríguez fue en el coche de mi tío Pancho, algún día de mayo. Él tenía una cinta grabada y a su vez me la grabó a mí. Me encantó. ¿Cómo se llamaba aquel disco? ¿"Buena suerte"? Escuchaba "Mi enfermedad" y "Engánchate conmigo" como un loco adolescente. Voy a sacar a pasear mi dolor como un tonto hasta acabar conmigo. Eso y Nirvana, ya ven, una alegría de chico. Era uno de esos grupos que gustaban a todo el mundo: suficientemente comerciales -"Hace calor"-, suficientemente rockeros -"el canal 69"-, suficientemente reivindicativos -"No podemos hacerlo" y suficientemente depresivos para la época que les tocó vivir, es decir, los 90.
Viví el éxito de "Sin documentos" con ese orgullo de los idiotas que dicen "yo ya lo dije antes". Como si hubiera descubierto América. Fue un éxito redondo, de concierto en Las Ventas con Manolo Tena, cuando Manolo Tena era Dios. Aquel loco año de 1993. En aquel concierto conocí en persona a Christina Rosenvinge y Ray Loriga. Obviamente, ellos no se acuerdan; yo, sí. El caso es que viví sus éxitos como algo propio y los incluí en mi cuarteto de grupos favoritos junto a los ya muy mencionados Nirvana, U2 y Radio Futura.
Aún no me había empapado suficientemente de los Pixies y Radiohead llevaban camino de "one-hit wonder".
Para mantener ese encanto secreto, confidente, de descubridores de tesoros, Vicente y yo nos poníamos continuamente el "Disco Pirata". No fue un disco muy popular: caras B y versiones en directo de todos los éxitos, incluyendo el clásico y desgarrador bolero "La copa rota". En la portada había unas mozas muy guapas vestidas de pirata. "Eso sí que son piratas y no lo de Sabina", decía un comentario del anuario de la música que sacaba Los 40 Principales.
Su gira de despedida fue precisamente con Sabina. Les vi un par de veces: en Las Ventas, otra vez, en medio de una marea de gente y en Santander. Lo de Santander fue especial porque todo era más familiar y yo pululaba por el hotel y en una de esas me encontré viendo con Calamaro y Roth la final de los Juegos Olímpicos de 1996. Argentina-Nigeria. El Piojo López y el Burrito Ortega. Ganó Nigeria, por cierto, pero eso no importa. Mi recuerdo de ese concierto es Andrés Calamaro completamente serio y concentrado antes de salir a versionear "Princesa" y haciendo eses en cuanto salió al escenario.
Estética.
Aquello me encantó.
Juré repetirlo algún día. Probablemente lo haga.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 5 horas