sábado, julio 10, 2010

Gainsbourg. La vida de un héroe


Desde luego, Serge Gainsbourg no tenía nada de héroe, salvo la estética. Más que de héroe, uno diría de semi-dios, hijo consentido de algún dios de segunda fila o, como mucho, de héroe muy, muy pícaro, es decir, un Prometeo más que un Heracles. La de Gainsbourg es la vida de un esteta, por completo. Un hombre con talento que vence sus inseguridades a base de tirar hacia adelante sin pararse nunca a pensar por qué. Sin pararse nunca.

El bio-pic de Joann Sfar es formidable. Con un personaje así era difícil hacer una película aburrida, desde luego, y puede que haya quien eche de menos más dramatismo y más introspección. Más sufrimiento. Si Gainsbourg sufría, lo intuimos. Él jamás lo reconocería, así que dejemos que sus biógrafos no desvelen el secreto. Gainsbourg ser limitaba a destruirse y en eso era muy bueno. El rey de la auto-destrucción: tabaco, alcohol, mujeres, barba sin afeitar, muecas al hablar, gestos irónicos de desesperación...

Un seductor, en definitiva.

La película sigue claves francesas, por supuesto. Es inevitable. Eso no le resta interés, todo lo contrario. Supongo que si alguien me contara la vida de alguien conocido acabaría aburriéndome. Lo bueno de la sucesión de composiciones, romances y episodios polémicos de Gainsbourg es que son relativamente desconocidos en España. Aquí, este hombre es el que escribió Je t´aime, moi non plus y se tiraba a Jane Birkin, razón suficiente para odiarle. El caso es que para entonces ese hombre era un compositor multimillonario -Poupée de cire, Comment te dire adieu, Baby pop...-, había vivido un sonoro adulterio con Brigitte Bardot y era un habitual de las pantallas de televisión francesas como hombre ingenioso y extravagante.

Sfar hace mucho hincapié en la fealdad de Gainsbourg. Que un feo tenga éxito es algo desconcertante y mucho más que lo tenga con las mujeres. Más que desconcertante, es una esperanza para todos: si él ha podido... Lo bueno de Gainsbourg es que decidió no ser feo desde que era un niño y eso le ayudó mucho. Si usted tiene complejos y ve esta película con 33 años, bueno, sencillamente le diré que ha llegado tarde pero aun así puede aprender algo.

No presta la misma atención a su decadencia, cuando todo en él -incluyendo orgías en habitaciones universitarias- era de una decadencia abrumante. Si algo se puede reprochar a esta película es que pase por encima de sus últimos años con una velocidad vertiginosa, de manera que uno acabe creyendo que se puede ser Serge Gainsbourg sin acabar como Serge Gainsbourg. Por supuesto, están las peleas, los divorcios, los infartos, el deterioro y la muerte. Hasta ahí podríamos llegar. Pero uno tiene la sensación investigando sobre el personaje de que tenía que ser un auténtico hijo de puta y que por alguna razón, Sfar no nos ha querido mostrar a un auténtico hijo de puta. Sin matices. Y no acabo de entender por qué, el propio Gainsbourg no tuvo nunca ningún problema en mostrarse en público como un borracho imbécil y maleducado sin ningún tipo de empatía. Miren este vídeo con Whitney Houston y piérdanse en la inmensidad del YouTube.

En fin, todo esto son detalles y uno no va al cine a perderse en los detalles. Gainsbourg, con su estética de judío venido a más y a menos, con sus aires de galán orejudo y su voz acazallada, sus trepidantes romances y sus aventuras bohemias, sigue siendo un personaje de referencia en el siglo XX. Algo así como el francés que todo estadounidense querría ser. La película refleja todo eso a la perfección y nos da un montón de información que sería aburridísima de buscar por nuestra cuenta sobre el personaje. Disfrútenla. Es, sin duda, una de las grandes películas del verano.