sábado, agosto 23, 2008

La sexta medalla de Carlos Jiménez


Salvo que él mismo se retire o el siguiente seleccionador decida no contar con él -un suicidio en este momento-, Carlos Jiménez pasará a la historia como el baloncestista español con más medallas en Europeos, Mundiales y Olimpiadas. No tengo los datos exactos a mano, pero probablemente sea también el deportista español de equipo con más medallas, con la lógica duda de Manel Estiarte, en waterpolo.

Puede resultar algo extraño para alguien acostumbrado a mirar de lejos el deporte y fijarse en los grandes nombres: Corbalán ganó dos medallas -Eurobasket 83 y Juegos Olímpicos 84-, Epi ganó tres -las dos anteriores más la del Eurobasket 91-, Pau Gasol ha ganado cinco -Eurobaskets 01, 03 y 07, Mundial 06 y Juegos Olímpicos 08- y lo mismo puede decirse de Juan Carlos Navarro, Jorge Garbajosa y Felipe Reyes. Jiménez añade la plata de 1999, la primera de las dos que consiguió Alberto Herreros, otro grande del deporte.

Pero los que conocemos el baloncesto desde hace al menos 20 años, temporada tras temporada, partido tras partido, no sólo no estamos en absoluto sorprendidos sino más bien orgullosos de que tal galardón se lo lleve el jugador más infravalorado de la última década. El mérito de Jiménez es asombroso: no ha surgido en Europa un defensor mejor en muchísimo tiempo y, desde luego, en España, sigue sin tener un competidor.

Como seguidor del Estudiantes, tuve la suerte de seguir a Carlos durante 11 temporadas. Cualquiera puede ver qué ha sido del equipo -deportivamente- sin él. Reconozco que había partidos en los que sólo me fijaba en lo que hacía Jiménez: era un gusto verle presionar la subida del balón con sus brazos enormes, coger a su hombre, ir a dos ayudas, tres ayudas, rotar, volver a coger a su hombre, hacer un dos contra uno en una esquina y correr hacia el aro para coger un rebote o poner un tapón. Siempre la decisión correcta.

Su involucración en ataque siempre fue mayor que la que le atribuían las estadísticas. Atacar no sólo es tirar a canasta. Jiménez se ha movido siempre en torno a unos discretos 10 puntos por partido y unos mejorables porcentajes de tres puntos, pero su movimiento en la cancha es un "clinic". Nunca -o casi nunca, su peor partido coincidió con la derrota de la selección en 2007 contra Rusia- se equivoca. Sabe colocarse, dirigir, rebotear, forzar faltas. Durante la segunda etapa de Pepu en el Estudiantes, Jiménez tomaba todas las decisiones. El base subía la pelota, sí, pero el primero en recibirla era Carlos, a partir de ahí él decidía. Durante años lideró la valoración de los jugadores españoles.

Es cierto que sin la irrupción de jugadores más talentosos -Gasol, Navarro, Rudy...-, Jiménez no se hubiera bastado para liderar a la selección a las cotas a las que ha llegado. Probablemente, como escudero se sienta más cómodo que como señor. Eso no quita para que, al final, aun con 32 años, aun salido de una lesión, llegue el partido decisivo en los Juegos Olímpicos -hablo de la semifinal porque de la final de mañana será mejor no hablar- empiece de titular y juegue 26 minutos, uno menos que Rudy, cuatro menos que Pau.

El hueco que tarde o temprano dejará Jiménez será difícil de llenar. En principio, su retirada debería de adelantar cuatro años aproximadamente la de los chicos del 80: Gasol, López, Navarro, Berni, Cabezas, Felipe, Calderón (nacido en el 81). España seguirá ganando cosas sin él, por supuesto, pero no con tanta facilidad.

Nunca, en mi vida, he visto a un jugador entender mejor este deporte. Por lo que me comentó en su momento, Pepu tampoco.