Me compré un vídeo de Blur y encontré exactamente lo que esperaba: cuatro ingleses de poco más de 20 años tocando en garitos y emborrachándose. Un poco menos que una panda de hooligans. El vídeo recogía lo mejor de sus dos primeros discos, "Leisure" y "Modern life is rubbish", aunque por entonces yo ya había escuchado "Parklife" unos dos millones de veces.
Blur era eso: un cierto gamberrismo banal. Un pop muy sencillo, muy fácil, de poner caras y bailar. Un escape en tiempos de grunge. La falta de pretenciosidad de la que abusaba Oasis, por recordar aquella guerra mítica.
Blur era
"Miss America", tarareada una y otra vez en el paseo que lleva del Estadio de El Sardinero al centro de la ciudad, parada en una cabina telefónica incluida.
Here is here and I am here, where are you? Far away, far away... Blur era el
"There´s no other way", cantada como himno fatídico a los ojos verdes de una chica con dudas. Blur era
"For tomorrow" en Atenas. Éramos nosotros y nos íbamos a comer el mundo.
Blur, a diferencia de Radiohead, por ejemplo. A diferencia, incluso, de todo lo que ha hecho Oasis desde el magnífico "Definitely, maybe" no sólo te presentaba la posibilidad de ser joven y divertirte sino que te invitaba a serlo. Te sentías parte de su entusiasmo de la manera más sencilla. Y necesitábamos entusiasmo, claro que sí.
Blur hacía
una canción de tres minutos con tres estrofas y aun así les daba tiempo de incluir algo tan hermoso como "I feel so unnecessary (we don´t think so, you seem starshaped)", que es exactamente lo que cualquier adolescente desea escuchar en cualquier momento. Especialmente -permítanme la soberbia- en los 90.
(Y nos podríamos pasar horas hablando de sus obras de madurez -"Beetlebum", "Tender", "Strange news from another star", "Out of time"...- pero eso sería otro post y probablemente otro grupo.)