Antonio y yo conseguimos despertarnos antes de las 12 y dejar la habitación a la hora. En rigor, no es necesario, pero somos buenos chicos y nos gusta cumplir con los plazos. Pedimos un par de cafés en vaso largo y esperamos en una mesa. Por la tele echan un documental imposible. Mis gafas aparecieron rayadas en un pub donde ponían Elastica y los Pixies.
Antonio está más cansado que yo porque ha dormido menos. Ayer estuvo con Pablo Ros hasta las siete de la mañana. Pablo es un director afincado en Londres que ha venido invitado porque su video clip está entre los seleccionados a concurso. Ayer hizo el viaje con nosotros y se ha convertido en un hombre imprescindible.
En medio del primer café aparece
Fran Casanova, una de esas personas improbables que cruzamos los Festivales: capaz de rodar un corto haciéndolo todo, dormir un día en Tenerife y al siguiente en Madrid, competir por un premio en Medina e ir de público a concursos para ganarse la vida. Un hombre con unas ganas de demostrar al mundo lo que vale inmensas. Un montón de valor y talento.
Los tres charlamos sobre los cortos de la tarde anterior y sobre las copas del Flanaghan, bromeamos con el club que queda justo enfrente del Hotel San Roque y sonreímos cuando aparece Pedro, luego Ester Peña, luego Miguel y nos quedamos los seis en una unión de tostadas y cafés y coca-colas, dejando escapar tranquilamente la mañana y hablando de lo que somos, de lo que éramos, de lo que aspiramos a ser.
Pedro, Ester y Miguel son los realizadores de otro de los vídeos, probablemente el que más me gustó, pero no se lo digo desde el principio para no abrumar. El otro día, David Pinillos se extrañaba de que la gente dijera "Me ha encantado tu corto... de verdad". Sí, en los Festivales, hay pocas cosas "de verdad", eso es así. No pasa nada. Te acabas acostumbrando. En rigor, la aclaración también está bajo sospecha, pero a todos nos gustan que nos halaguen.
Fran detalla la grabación de sus cortos de acción, las espadas golpeando a los actores, los trucos pendiendo del vacío, la facilidad de los extranjeros para morir en las aguas del Atlántico... Ester escucha, Pedro vacila a Miguel, Antonio y yo miramos la carrera de Fernando Alonso y esperamos a Mar, que se retrasa.
Cuando llega, tiramos todos para la Plaza.
Vamos al Continental porque se come bien y porque entra en los vales descuento de la comida. Comer, dormir, beber, ver cortos... esa es nuestra vida y nos gusta. Borja Cobeaga se une a nuestro grupo pero se acaba quedando con Eduardo, Emiliano y Carlos Saura. Nosotros intentamos juntar dos mesas pero no lo conseguimos. Desgranamos raciones, nos miramos con cara de cansancio. Como si fuera un campamento, vamos repartiendo direcciones y teléfonos.
Nos gustaría pensar que nos echaremos de menos.
Antonio Sempere llega con el periódico bajo el brazo y revitaliza la conversación: está indignado porque La 2 pasa a copiar el formato de Cuatro y al fin y al cabo ya hay una Cuatro, así que lo que necesita el espectador es una La 2. Antonio sonríe todo el rato y hace fotos. No nos pide que sonriamos.
Miro a Mar con cara de querer irme y Mar se enfada pero comprende -"eres un cagaprisas", dice de broma- y se lo decimos a Pablo pero Pablo prefiere quedarse, irse más tarde, apurar un poco más de Medina en compañía de un grupo inesperado pero tremendamente acogedor. Ester le explica que no va a caber en el coche, pero le da igual. No quiere irse, eso es todo.
Roberto nos acompaña al coche, Pablo saca su mochila, Fran sonríe por enésima vez, Miguel mantiene su punto sobrio de maestro zen, Antonio Sempere se marcha a su ritmo, siempre a su ritmo, Borja desaparece, Ester y Pedro se tiran puyitas de vez en cuando y luego se miran comprensivos, acostumbrados...
Las tiendas siguen abiertas esperando a que alguien compre botellas de agua.