acabarían perdiendo el partido.
Y lo perdieron. En la prórroga.
De hecho, deberían haberlo perdido antes, pero los fallos en los tiros libres del Estudiantes y una desastrosa última posesión de Gonzalo Martínez con balón perdido salvaron a los madridistas en primera instancia. Después, un triple de Raúl López estuvo a punto de darles el partido, pero otro triple -precisamente de Gonzalo- se lo acabó quitando.
Fue una cuestión de fe. La fe que le faltaba al Estudiantes hace ocho jornadas de liga. La fe que, desde luego, Pedro Martínez no tenía en sus jugadores. Ni ellos en él. A base del empuje en el rebote de Jasen, del pick and roll con Mc Donald -increíble que los técnicos y jugadores del Madrid no supieran parar esa jugada- y de segundos esfuerzos bajo el aro rival, el Estudiantes empató y acabó ganando el partido.
Pero el Madrid no perdió el partido en defensa, lo perdió en ataque. En la segunda parte, los blancos anotaron 31 puntos y en el total del partido tiraron 37 veces de tres por 42 de dos. Teniendo en cuenta su superioridad en el juego interior, esta estadística es intolerable.
Intolerable pero habitual. Cuando un equipo está cansado mental y físicamente, tirar desde cualquier lado es el modo más rápido de acabar un ataque. El Madrid está agotado, el Estudiantes parece que acaba de empezar la liga. Y podría ser, perfectamente, un duelo en los próximos play-offs.